Entre el 6 y el 9 de junio, se celebraron en los países que integran la Unión Europea las elecciones que definieron la integración del Parlamento Europeo. Y lo que más llamó la atención al panorama internacional, fueron las victorias de las fuerzas de derecha dura, en varias naciones europeas: Austria, Alemania, Países Bajos y en especial Francia, se decantaron por una representación conservadora, tras más de una década de desastrosas legislaciones por parte de los grupos de izquierda.
Aunado a la victoria de la derecha en las elecciones europeas, varias naciones del viejo continente a día de hoy, son presididas por mandatarios de derecha, dispuestos a atender las problemáticas ocasionadas por la izquierda globalista, hegemónica durante años.
Giorgia Meloni en Italia, Viktor Orban en Hungría, Ulf Kristersson en Suecia o Luis Montenegro en Portugal, son ejemplos de mandatarios de derecha europeos, que han llegado al poder con miras a revertir la situación en la que la izquierda dejó sumido al continente: con un modelo económico post industrial en decadencia, un envejecimiento demográfico, que hace del sistema de pensiones y asistencia social insostenible, y una islamización acelerada que hoy amenaza la paz, la identidad y la estabilidad en muchos países de Europa.
La inminente derrota de Macron en Francia frente a Marine Le Pen, el declive del gobierno de Pedro Sánchez en España y la gran influencia de Geert Wilders en Países Bajos, son también indicios de que la izquierda ha perdido la batalla cultural en Europa.
Los europeos han cerrado la puerta al feminismo radical, al adoctrinamiento LGBT, a la inmigración irregular y desmedida y se han pronunciado en favor de su cultura, su religión, su estado de derecho y sus instituciones.
La agenda globalista 2030 impulsada por la ONU, está a punto de perder a Europa, su principal bastión cultural y económico junto con Estados Unidos. Y con la eventual victoria de Donald Trump en noviembre próximo, se podrá hablar de un fracaso total de la izquierda y el progresismo global; que al comienzo de la década parecían una fuerza absoluta, pero indudablemente espuria.