Para la cena de navidad, a mi madre le gustan los platillos tradicionales: los romeritos, el atún a la vizcaína, el pavo relleno, la ensalada de manzana y la ensalada de betabel, que muchos conocen también como “ensalada de navidad”.
En la bebida, siempre disfruta de la sidra, el ponche con mucha fruta y uno que otro vino para poder brindar.
Al resto de la familia también nos agrada el comer de estos platillos, pero el detalle es el tiempo de elaboración.
Porque la tradición en nuestra familia es cocinar y disfrutar de la compañía durante la preparación, pero a veces quedamos tan cansados o llenos de tanto “probete”, que la cena se modifica. Eso sin contar los miles de antojos que comemos durante el proceso.
Por esa razón, este año optamos por un menú más corto y diferente: mi hermano decidió preparar un spaguetti con la fusión de dos recetas, mi hermana optó por ser la responsable del ponche, mi madre cocinó un alambre de res y un aperitivo de áspic de cerdo que a todos nos gusta.
Y al final, como sí teníamos pavo, cociné un plato fuerte alternativo de pavo en adobo y almendras. Honestamente, nuestra cena quedó muy rica pero, ¿y el postre? En esta ocasión solo tuvimos ensalada de manzana y crema, pero creo que nuestros estómagos glotones, aún tenían espacio para más… Sin olvidar que el vino tradicional que acompañó nuestra mesa en esta ocasión, además de la sidra, fue el “Acachul”, que es un vino artesanal de fruta macerado en aguardiente de caña, tradicional de Acaxochitlán, Hidalgo.
Después de disfrutar de nuestros platillos en la cena de navidad familiar, terminamos la velada con juegos de mesa y películas.
Por la noche, entre la lectura de los mensajes llenos de buenos deseos y bendiciones de nuestras amistades y seres queridos a distancia, mi amigo Germain me compartió fotos de una navidad francesa.
Germain celebró su primera navidad mexicana con mi familia hace dos años y quedó maravillado por la variedad en la comida. Ahora, en su regreso a su tierra natal, Francia, me compartió fotos de una navidad francesa.
Las fotos estaban llenas de momentos familiares, regalos y comida. Pero la que más me llamo la atención fue la del postre: “la bûche de Noël”.
“La bûche de Noël” o tronco de navidad, en su traducción al español, es un pastel típico de las fiestas navideñas en Europa. Países como Francia, Bélgica, Inglaterra y Alemania, comparten este postre, en sus diferentes versiones, a la mesa en su “Noche Buena”.
Su origen de forma alargada, como un tronco, se le atribuye por el ritual común durante la Edad Media, frente al solsticio de invierno, el cual anuncia la llegada del largo y duro periodo invernal.
Este ritual inició como pagano y consistía en quemar un leño de roble o de algún árbol frutal, considerándolo como sagrado debido a que esas maderas son excelentes para hacer chispas. Era cubierto de aceite y vino como ofrenda, y se quemaba dentro del hogar como símbolo de unión familiar y amuleto contra la mala suerte.
Mientras más grande fuese el tronco, más tiempo duraba encendido y se le atribuía a que sería un mejor año nuevo. Este mismo ritual se retomó por la Iglesia Católica y en vez de bañarlo de vino y aceite, era bendecido y rociado de agua bendita.
Siglos después, este mismo tronco se presentó dentro de los hogares europeos. pero en forma de postre, siendo del mismo modo un símbolo de abundancia y prosperidad en la familia.
El sabor más común de este postre es el de crema de mantequilla, pero hoy en día encuentras diferente versiones como mousse de frutas, chocolate, turrón y tiramisú.
Así que si algún día tienen la oportunidad de probar postres europeos, piensen que muy probablemente estarán degustando algo históricamente delicioso y con tradición. Y a propósito de tradición, si alguno de ustedes lectores gusta, escríbanme que todavía alcanzan recalentado. ¡Feliz Navidad!