Una máxima bien conocida en el ámbito del poder sostiene que: en política solo hay un error y todo lo demás son consecuencias. Sin embargo, para el caso que nos ocupa, la funcionaria federal que ahora está en la cárcel, ha cometido varios errores que derivan en múltiples consecuencias.
Rosario Robles tiene varios frentes abiertos de corte negativo. Aquella vieja luchadora social que se formó en la izquierda, muy pronto se dejó deslumbrar por las mieles del lujo y la comodidad cuando fue Jefa de Gobierno de la Ciudad de México.
En aquel entonces se involucró de manera personal y a través de negocios turbios, con el tristemente célebre Carlos Ahumada. Y de ahí en adelante, los descalabros para la ex secretaria de Desarrollo Social del gobierno de Peña Nieto han venido en cascada.
Hace unos meses, un juez decidió que permaneciera en la cárcel por una minucia. Una pequeña inconsistencia en sus identificaciones. En un documento se señalaba un domicilio y en otro la ubicación era diferente. Esto fue suficiente para que el juez no permitiera su libertad.
Y lo que sería una pequeña estancia en aquel lugar se fue alargando. Porque conforme el tiempo avanzaba, se iban acumulando asuntos que involucran a Rosario Robles en delitos de desvío de recursos. La acumulación ha sido tal que ahora la inculpada decidió buscar el criterio de oportunidad en la Fiscalía General para “hablar con toda la verdad”.
De tal suerte, que cualquiera pudiera aludir que los alegatos de sus abogados eran mentira. Dado que, supuestamente, la señalada no acusaría a nadie. Se decía parte de un proceso político. Y su silencio, de alguna manera, se traducía en una actitud estoica por no acusar a sus cómplices en los casos que se le señalaron.
Ese silencio duró muy poco. Ahora, Robles asegura que Luis Videgaray ex secretario de Relaciones Exteriores en el peñanietismo, desvió recursos para campañas electorales, especialmente para la presidencial de 2018.
Bajo este esquema, el nido de complicidades que tuvieron funcionarios de primer nivel en la administración pasada, está a punto de romperse. Los nombres que más suenan para lidiar con sendos procesos son el de Emilio Zebadua (Oficial Mayor de Robles) y como se mencionó, Luis Videgaray.
Sin embargo, hay dos personas que siguen sin ser mencionadas, Enrique Peña Nieto y Miguel Ángel Osorio Chong.
Sobre estos dos últimos personajes habría también mucho que decir. Pero por alguna razón ahora están al margen de las acusaciones de Robles. De hecho, una parte nueva en esta trama se dirige al proyecto del “viejo aeropuerto”. Ese asunto que levantó ámpula en algunos grupos por la decisión de López Obrador de suspender.
Resulta que con las evidencias que ha presentado Robles se detectan irregularidades en terrenos donde se estaba construyendo aquel aeropuerto de Texcoco. Hay documentación de desde la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), se autorizaron mil 500 millones de pesos en terrenos con todo tipo de permisos, a Antorcha Campesina, en prejuicio de los verdaderos propietarios de los predios en esa zona.
Lo que viene a reforzar la vieja hipótesis de que ese proyecto tenía vicios de origen que iban a alimentar la corrupción de los funcionarios de la pasada administración.
Este proceso legal sirve para conocer el verdadero rostro de Rosario Robles, una mujer que por donde pasa deja un tufo de corrupción, capaz de instrumentar sofisticados aparatos de desvío de recursos (estafa maestra) y ahora dedo flamígero que apunta hacia las altas esferas del poder.
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