Hace unos días se conmemoró la promulgación de nuestra Constitución lo cual me parece no solamente digno de mención y consideración sino un motivo para escribir la presente columna.

Sin duda la máxima ley de nuestro país ha sido muchas veces citada y unas cuantas más criticada, pero hoy creo que debemos de hablar de aquello que representación puesto que, en un primer momento representa a nuestro país y nuestra unidad como nación. De ella emana nuestra soberanía, nuestras normas, el espíritu de nuestro pueblo y nuestra organización.

No obstante, la misma no es solo un cumulo de hojas sino una esencia de derechos que nos protegen a todos como personas siendo mayorías o minorías, siendo dichos derechos populares o no para el pueblo.

En ese mismo sentido, la Constitución ha progresado, así como la idea de soberanía hoy no se puede hablar de una protección de nuestra constitución en aras de violentar o de impedir que una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sea aplicada.

Lo anterior en virtud de que, hoy nuestra máxima norma no solo es la Constitución sino todo el complejo normativo de normas fundamentales como son las Convenciones que como país de forma soberano nos comprometimos a respetar y de las cuales emanan las sentencias de la Corte Interamericana que nos obligan como estado.

Sin embargo, establece un complejo normativo constitucional mucho más amplio solo abona a una fuente de derechos fundamentales mucho más amplia para mayor protección de las personas.

Por tanto, este año de conmemoración debe de dirigirnos hacia la protección de la misma, no bajo una premisa personal de beneficio puesto que, la constitución si bien nos beneficia a todos también nos impone deberes de protección con la finalidad de proteger los derechos de otras personas y claro que todos nos vemos obligados de exigir la protección de los principios constitucionales contando incluso con los convenios internacionales y las sentencias respectivas.

Lic. Juan Fernando González Espinosa

juanfer_lm@jfg

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