Por Arturo Hernández Cordero
El próximo domingo se celebrará en México, una Consulta de Revocación de Mandato, en la cual, en caso de que la mayor parte del 40% del padrón electoral lo determine, AMLO será depuesto como Presidente de México.
El proceso para materializar la consulta popular no se logró exento de irregularidades, pero oficialmente se consiguió que mas del 3% del electorado solicitara la consulta de revocación, hecho que era completamente esperable si se tienen en cuenta el constante empleo de todo el apartado institucional del que ha echado mano el Gobierno de México, para consolidar todos y cada uno de sus proyectos a lo largo del sexenio independientemente de la legitimidad ciudadana de la que estos gocen, lo que posibilita que incluso se lleve acabo una muy costosa consulta de revocación.
Pero ¿cual es el objetivo primordial perseguido por la 4T al implementar una consulta que estará costando cerca de 1,700 millones de pesos?
De entrada, la consulta fungirá como refrendo del supuesto compromiso del Gobierno de López Obrador, por lograr una mayor participación ciudadana y a la vez, proyectar una imagen de gobierno democrático y sujeto a ser evaluado por la ciudadanía.
Si el gobierno de López Obrador pretende con la revocación, sentar un precedente de participación ciudadana para su implementación futura por parte del electorado mexicano para revocar mandatos ante los cuales estén inconformes, es preciso entender que este tiene que ser producto de la voluntad popular y que los procesos democráticos, cumplen una función de mucha mayor magnitud que la mera función propagandística.
Si más del 40% del padrón electoral acude el domingo a las urnas, a respaldar la revocación de mandato (sin importar el resultado de revocar el mandato por pérdida de la conanza o que siga en la Presidencia de la República hasta que termine su periodo) y le dan el carácter de vinculante, esto representará una indudable victoria moral para la 4T, será la materialización de un capricho muy costoso, la inobjetable reafirmación de la popularidad de AMLO y la confianza en el criterio presidencial por parte de la ciudadanía, pero esto no se traducirá en la formación de una cultura de participación ciudadana dentro de la sociedad mexicana, esto último requiere de esfuerzos complejos que a día de hoy no han sido abordados por el Gobierno de México