El fin de semana pasado, visité la ciudad de Monterrey en Nuevo León. No fue mi primera vez en la ciudad, a decir verdad fue la cuarta y por una muy buena justificación.
Mi hermano menor, Sebastián, vive allá. Se mudó hace un par de años para estudiar su maestría, después siguió trabajando, continúo con sus estudios y ahora está próximo a terminar su tesis del doctorado. ¡Un hombre realmente inteligente, lo sé! Y la ventaja de tener a un hermano viviendo en el noreste del país, es que puedo visitarlo siempre.
La primera vez que visité la ciudad de Monterrey, creí que encontraría a todos usando sombrero y hablando con su típico cantar regiomontano. Lo de la hablada si lo disfruté, pero lo del sombrero no, nada.
Pienso que en Cuautepec los señores utilizan más sombreros que en Monterrey. La explicación de mi hermano fue que como es ciudad, las personas están inmersas en la industria; sin embargo, en los municipios a las afueras, si los usan, pero en esa ocasión no salimos de la ciudad. Yo estaba algo decepcionada al no poder ver a los “guapos-sombrerudos”, pero ese sentir me duró menos de cinco segundos, porque realmente conocí mucho de la ciudad.
Visitamos el Parque Fundidora, patinamos sobre hielo, recorrimos Santa Lucía en lancha, paseamos por Barrio Antiguo y disfrutamos de la maravillosa vista en el Obispado. El clima estaba lluvioso y con mucho frío, por lo que tuve que utilizar chamarras de mi hermano, porque las mías no fueron suficientes. Ç
Pienso que lo visité en noviembre. Quise tomarme una foto con el Cerro de la Silla de fondo, pero con tanta neblina y lluvia fue imposible, en consecuencia me la pasé bailando y cantando la canción de folklore que lleva el mismo nombre “el Cerro de la Silla” durante todo mi viaje.
La segunda ocasión fue por un festival de música: “Pa’l Norte”. Mi hermano Sebastián tiene un gusto exquisito por la música misma que yo comparto. Además, siempre hemos sido “mancuerna” de conciertos. Así que lo visité y nos pasamos todo un fin de semana entre naturaleza, baile y mucha música. Esa visita fue algo express, todo el tiempo estuvimos dentro del festival, por lo que tampoco tuve oportunidad de capturar al Cerro de la Silla. Lo que si probé fue el famoso cabrito… mmm… Si van, les recomiendo ir a “El Gran Pastor”.
La tercera vez fue cuando mi hermano presentó su tesis de la maestría y en esa ocasión no viaje sola sino junto a mi mamá. Como dato importante, mi mamá es de las personas más divertidas que conozco, así que con su compañía que más puedes pedir. La visita a Monterrey con ella también fue en días de lluvia, pero eso no impidió que disfrutáramos de la ciudad, y en vez de caminar decidimos rodar un poco y visitamos el lugar en bicicleta.
La diversión siguió hasta la hora de la ceremonia, porque al llegar mi mamá a la universidad, se encontró con que varios la nombraban suegra.
La visita más reciente fue la semana pasada. Estaba pensando donde festejar mi aniversario y que mejor que con una de mis personas favoritas. Me parece formidable que después de haber viajado por el mundo y de haber conocido a muchas personas a lo largo de mi vida, mis hermanos sigan siendo por mucho mis personas favoritas.
A mi hermana mayor la veo con más frecuencia, pero a mi hermano no lo veía desde la navidad pasada. Le conté la idea de ir a visitarlo por cuarta ocasión y ambos nos emocionamos.
En esta última visita nos enfocamos más en la cultura y en los alrededores: visitamos murales y parques nuevos, salimos a escalar un poco la Huasteca y visitamos museos. Conviví con gente regiomontana y no, ninguno usaba sombrero. Pero aprendí mucho de la cultura gastronómica y por fin, pude tomarme mi foto con el Cerro de la Silla de fondo. La clave es no rendirse. La cuarta es la vencida