El pasado proceso electoral que se celebró en junio, tuvo un capítulo complicado en el estado de Hidalgo. Resulta que manos anónimas decidieron robar algunas urnas de la elección municipal, lo que trajo como consecuencia que aquel ejercicio comicial se invalidara.

Ahora, en el marco de una contienda extraordinaria, los ciudadanos de aquel ayuntamiento tendrán que elegir a sus autoridades; lo curiosos del caso, es que lo tendrán que hacer en tiempo récord. Me explico. Una de las primeras cosas que llaman la atención, es que la campaña durará 15 días, para que el día de la jornada electoral tenga verificativo el 01 de diciembre, después habrá una etapa impugnativa (si es que algún partido se inconforma con el resultado), para que al final se cuente con un ayuntamiento electo.

Estos plazos son inéditos en materia electoral. ¿Por qué se puede hacer esto tan rápido? Utilizando la lógica más elemental, diré que la explicación tiene que ver con que se trata de un solo municipio. El ejercicio anterior, para dimensionar de lo que estamos hablando se llevó a cabo de manera simultánea una elección presidencial, de senadores, diputados federales, diputados locales y ayuntamientos.

Ese festín cívico hace que los tiempos se alarguen y todas las etapas se hagan más complejas, por el empate de elecciones citado. Ahora, sin embargo, el compromiso se constriñe a un solo caso, lo cual hace más sencillo el particular.

No obstante, esta situación nos puede conducir a un sano debate. Que inclusive puede sonar a provocación institucional. Que tal si derivado de esta experiencia, se proponen campañas electorales de dos semanas. Parece un tiempo razonable para que los ciudadanos se enteren de las propuestas de los candidatos.

Es más, que tal si reproducimos la otra medida que van a implementar las autoridades electorales, de pedir directamente a los ciudadanos interesados, en ser funcionarios de casilla que se enlisten por voluntad propia para cumplir con aquella función.

Eso también parece que resolvería el problema de ausentismo de ciudadanos capacitados el día de la jornada electoral. Lo primero que se va a pensar, es que los partidos políticos aprovecharían esta oportunidad para enlistar a sus propios simpatizantes. Es cierto, eso puede pasar. No obstante, y nuevamente aludiendo a la lógica, eso ya ocurre actualmente.

También y derivado de los días de campaña, la prerrogativa para los partidos en el caso que nos ocupa, es muy austera (si comparamos los montos de una elección convencional). Por lo tanto, habría que analizar desde esta doble vía los gastos que representa una elección.

Que tal si acotamos aún más los tiempos para que todas las elecciones compacten sus actividades de tal suerte que, en unos pocos días todos tengan claridad de las propuestas que están formulando los participantes; y no hacer larga la agonía de tener invasión electoral por dos meses, que son los tiempos que actualmente se destinan para campañas.

Ojalá que este ejercicio extraordinario deje algunas enseñanzas al respecto. Porque bien vale la pena reformular todo el entramado electoral que resulta desgastante y muy oneroso.

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