En columnas anteriores abordamos el tema de la elección judicial, como un hecho inédito para los países democratizados y la necesidad de conocer e investigar, respecto no solo de la labor de quienes serán escogidos, sino del alcance de su trabajo como parte de una garantía de la democracia nacional.

Esta sin duda será una elección mucho más técnica que cualquier otra y parece que el parámetro para medir o no la elegibilidad, no solamente se puede basar en su apariencia o en sus propuestas, sino en su calidad y congruencia como persona.

Sin embargo, esta elección tiene una esencia diversa, ya que la justicia puede y debe ser en muchas ocasiones, impopular para que pueda existir, porque en gran medida quienes requieren mayor protección, son las personas indefensas y comúnmente lo son quienes forman parte de grupos minoritarios.

Pensemos en lo grupos que mayor aprobación tienen o en aquellas personas que forman parte de grupos considerados por la sociedad, como idóneos será difícil pensar que sea la propia sociedad quien los señale o motive un juicio que sea poco equitativo.

En cambio, aquellos grupos que históricamente han sido relegados y marginados, es difícil pensar que tuvieran un juicio justo, donde la propia sociedad no considere culpable o dubite sobre la protección a sus derechos.

Me parece que parte de un voto reflexivo en esta contienda electoral implica que como sociedad no solo comprendamos la tarea de cada órgano jurisdiccional sino reconocer que en muchas ocasiones una sentencia justa puede no ser popular y una sentencia popular puede no ser justa, ese me parece será el parteaguas de estas elecciones.

Pensar que nuestros juzgadores deberán siempre de preferir la justicia aun por encima de la popularidad y espero que eso aplaudamos como sociedad y ciudadanos.

jfernandoge1@gmail.com

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