Hace unos meses, cuando se eligieron los concejos municipales en el estado, los plazos se agotaron al máximo y la designación que realizó el Congreso local fue apresurada e inclusive a destiempo en algunos casos.
En aquella vorágine de perfiles propuestos, no se tuvo tanto cuidado porque el criterio que reinó fue que se elegían autoridades provisionales que estarían al frente de su responsabilidad tres meses y medio.
En este periodo simbólico no se puede hacer casi nada en términos administrativos. En lenguaje coloquial cabe la comparación de que los concejales, solo cuidaron la casa mientras que las nuevas autoridades fueran electas.
En la mayoría de los casos, lo anterior fue la regla. Personas con nula experiencia municipal llegaron a las oficinas del ayuntamiento para hacer frente a cuestiones menores porque el margen de toma de decisión era muy acotado.
No obstante y derivado a la improvisación inicial, lo que se avecina es un nuevo reto institucional. En los casos donde se tiene que repetir la elección (Acaxochitlán e Ixmiquilpan) quien va a gobernar mientras se vuelve a organizar otra elección.
Según estima el Instituto Estatal Electoral (IEEH), se necesitan seis meses para preparar toda la logística comicial. De tal manera que el embrollo se concentra en elegir nuevamente autoridades provisionales en aquellos municipios o se permite la continuidad de los concejales anteriores.
La cuestión no es menor, porque durante tres meses no había tanto margen de maniobra en lo administrativo, pero seis meses más vendría a sumar casi un año de responsabilidad de quienes fueron electos en un ejercicio poco transparente.
No sólo eso, la elección se repite en Ixmiquilpan que desde hace años es un “foco rojo” por su intensa actividad política. En ese lugar, las protestas, plantones y toma de las instalaciones municipales son una constante. Así que menudo asunto se tiene por delante por una falta de planeación correcta en el Congreso Local.
En una lógica perversa, algunos actores políticos que no sean favorecidos podrían apostar a desestabilizar el gobierno provisional antes que competir legalmente en las elecciones. No sería la primera vez que un caso como el citado ocurre.
Vale la pena la lección para tomarse en serio el trabajo legislativo. Asumir las responsabilidades del caso y pensar a largo plazo. Lo que ocurrió hace unos meses en donde los diputados se dieron vuelo proponiendo concejos municipales a modo fue un exceso. Un despropósito que pudo costar muy caro y que afortunadamente no tendrá muchas repercusiones.
Solo queda el remordimiento de que las cosas se pudieron hacer mejor. Por eso, hay que tomarse más enserio el quehacer político porque las repercusiones de una mala decisión pueden detonar consecuencias inimaginables.
El caso de Ixmiquilpan y Acaxochitlán son un botón de muestra pero por delante hay condiciones políticas que reclaman tomarse muy en serio la labor legislativa y ejecutiva en la administración pública.
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