Durante muchos años algunos estudiosos se han cuestionado sobre el origen de los movimientos sociales. En sus reflexiones, sobresale un elemento que vale la pena resaltar. Las grandes revueltas inician -con frecuencia- con un pequeño detonante.

Algo relativamente insignificante que no se atendió a tiempo, que no se le dio la importancia requerida, que se dejo fluir y al final toma dimensiones insospechadas, que pueden terminar en una revolución.

Lo anterior viene a cuenta porque esta semana los hidalguenses fuimos testigos de un acto muy imprudente por parte de las autoridades de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH). Resulta que unos estudiantes del Instituto de Artes, desde hace días piden la destitución de su directora y en respuesta a esta petición, han tenido una cerrazón absoluta por parte del Rector.

Este último personaje una y otra vez se ha negado a dialogar con los inconformes, hasta que el punto en que los estudiantes trataron de llegar al edificio central de la UAEH y fueron recibidos a golpes, por algunas personas ajenas a la institución.

Este ignominioso capítulo generó un efecto de “bola de nieve”, que hasta este momento ha provocado que cuatro institutos de la máxima casa de estudios del estado, se fueran a paro de labores en apoyo a los jóvenes de artes.

No sólo eso. Queda en la sociedad un amargo sabor de boca, porque la institución parece muy renuente a entablar un diálogo con integrantes de su propia comunidad. Generando un descontento que se puede traducir en más paros de actividades y otras muestras de apoyo con los inconformes.

Como se decía al principio, un conflicto muy casero ahora parece tomar dimensiones mayores. Lo anterior, por la falta de oficio o por la soberbia, de quienes desde hace años tienen secuestrada a la UAEH.

Esta última expresión viene a cuenta, porque es sabido que desde hace años un solo grupo mantiene un férreo control al interior de la UAEH. Estamos hablando de Gerardo Sosa (actualmente en prisión domiciliaria) y sus allegados, quienes también han pasado al mundo de la política y mantienen varios espacios de poder en el Congreso del estado, en los municipios y otras esferas del poder.

Esta peculiar historia quedó testimoniada en el libro La Sosa Nostra de Alfredo Rivera, valiente periodista que se enfrentó a una demanda de daño moral, por llevar a un texto las fechorías del grupo universidad.

Vale la pena analizar con detalle lo que ocurre actualmente en la UAEH, porque un desacuerdo menor puede traer como consecuencia una desbandada de inconformidades albergadas de hace años.

Por ejemplo, la falta de espacios para los disidentes en los órganos de control de la máxima casa de estudios del estado, la toma de decisiones unipersonal en casi todos sus procesos y la utilización de los estudiantes como moneda de cambio en las inercias políticas.

Lo anterior, alimenta un caldo de cultivo propicio para que las voces contrarias al grupo dominante en la UEAH, tengan una tribuna donde descargar tanta opresión acumulada.

Los nuevos tiempos exigen una visión más incluyente, tolerante y empática con las distintas expresiones al interior de la universidad.

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