Uno de los enunciados que suelen ser frecuentes al interior de los partidos políticos, es que el peor adversario no está afuera sino adentro. Esto significa que entre los mismos militantes hay diferencias tan marcadas, que es difícil celebrar acuerdos que hagan posible una convivencia tersa.
De hecho, uno de los momentos más álgidos tiene que ver con la designación de candidatos. Proceso que al interior de los partidos, se vuelve algo muy parecido a una guerra sin cuartel. Porque algunas personas están dispuestas a dar la vida, con tal de conseguir un cargo de elección popular.
Vale la pena recordar que esas luchas intestinas, son motivadas por varias razones. Por el ego personal, por la vanidad de ejercer el poder o por la ambición de recibir una nómina generosa, como suele ocurrir en algunos espacios de la administración pública.
Cualquiera que sea la motivación, lo que es un hecho es que todavía no tenemos en México los mecanismos adecuados y transparentes, que hagan posible un proceso democrático de designación de candidatos dentro de los partidos políticos.
Por el contrario, lo que sobresale es el padrinazgo, amiguismo, opacidad, reciclaje, chapulineo, en fin. Todas estas derivaciones que la clase política sigue utilizando, para ahorrar en lo que vale la pena, la creación de nuevos liderazgos con una visión distinta del poder, una que los lleve a pensar más en el bien común que en el bien personal.
Pero eso parece muy lejano a la realidad. La política práctica –esa que es de corta visión– solo alcanza para salir del bache y hacerle frente a la próxima elección, con la única encomienda de ganar a cualquier costo.
Si seguimos esta dinámica será relativamente sencillo justificar la oferta política que tenemos los hidalguenses para renovar el Congreso Local, esa institución clave para el sistema político porque es una balanza del poder político que acumula el ejecutivo estatal.
Por ejemplo, menudo asunto para los pachuqueños que a pesar de tener dos grandes bloques electorales, que en teoría deberían estar confrontados (PRI vs Morena), postulan a dos personas afines al mismo grupo político. Me refiero al hermano del rector de la UAEH, Juan de Dios Pontigo quien es candidato por el PRI y Elvia Janet Sierra Vite, abanderada de Morena en el distrito 13 de la capital, ambos del llamado grupo universidad.
Otro caso que anticipa un choque de trenes será la disputa en el distrito 8 con cabecera en Actopan, donde la candidata de Morena hace poco militaba en el PRI y en este proceso electoral enfrentará en las urnas a la actual presidenta de ese instituto político en el estado, Erika Rodríguez Hernández.
Hay que resaltar que, en la actual conformación del Congreso Local, Morena tiene una amplia mayoría con 17 diputados. Todos ellos buscaron la reelección, pero sus esfuerzos fueron en vano. Solo dos legisladores, Lisset Marcelino Tovar que será candidata en Mixquiahuala y José Antonio Hernández Vera, pudieran repetir en el cargo.
Sin embargo, el agravio más grande del partido guinda se encuentra en la postulación plurinominal número uno, en manos de Francisco Javier Berganza, un claro ejemplo del arribismo político, de la incongruencia, del acuerdo cupular, de lo que deberíamos erradicar de una vez y para siempre.
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