Se aproxima en Hidalgo una debacle electoral del PRI. Esta aseveración no es menor. Estamos hablando de la desaparición de un estado, que hasta hace poco se consideraba un bastión del tricolor.
Lo curioso del caso es que esa crisis, se generó desde el interior de las filas del partido. Cuestión poco creíble, porque una de las cualidades de aquel dominio político era la lealtad y la recompensa. Es decir, muchos de los que militaban en el PRI, sabían que tarde o temprano serían tomados en cuenta en algún espacio laboral o de representación.
Estos tiempos de bonanza han quedado en el pasado, desde una grave ruptura interna que se veía venir desde los procesos internos de selección de candidatos. Todavía el mandatario que gozó de un apoyo decidido de las bases, fue Miguel Osorio Chong.
En el caso del capitalino era evidente su ascendente carrera en cargos clave de la administración estatal, sin tener un “padrino” y sin tener un apellido relacionado con la élite del poder. Su postulación fue considerada como una recompensa a su esfuerzo y dedicación.
No obstante, la decisión de Osorio para que lo sucediera Francisco Olvera, no pareció muy acertada. Varios grupos al interior de su partido, mostraron inconformidad y recelo porque consideraron que había mejores opciones.
Al término de ese sexenio, las cosas se salieron de control. El PRI a nivel nacional perdía elecciones en varios estados y era necesario recomponer el escenario local. El elegido fue Omar Fayad, quien desde un inicio quiso marcar distancia con su antecesor.
Se cuenta en las esferas del poder, que el proceso de entrega – recepción, entre los priístas fue ríspido. Como nunca antes el recién elegido, pedía disciplina administrativa, aunque este tránsito fuera entre compañeros de partido.
Y quizá desde ahí la división interna cobra factura. El PRI local se fracturó entre las huestes de Osorio, algunos leales a Olvera y el emergente grupo de Fayad. Al cabo del tiempo, ninguno de estos grupos pudo convivir. Al contrario, se confrontaron primero con discreción y luego con descaro.
En el recuento, ese choque de trenes terminó por romper la unidad interna y la fuerza del partido ultra ganador. Llegó a tal nivel la discrepancia, que Fayad pasará a la historia como el único gobernador priísta que no designó a su sucesor en el estado.
La designación de la abanderada, Carolina Viggiano Austria en el 2022, generó descontento en el ámbito local y el resultado de esa contienda, ya es conocido. Después de 93 años el priísmo local fue erradicado.
Ahora, de cara al próximo proceso electoral, esas escisiones se han diversificado. Unos priístas buscan cobijo en el Partido Verde, otros más optaron por Movimiento Ciudadano, los más atrevidos se fueron a Morena, mientras que la minoría se quedó firme en el tricolor, esperando que el barco se hunda.
El punto es que el PRI podría tener su peor resultado en el estado de Hidalgo el próximo 2 de junio. Cuestión que nos deja una enseñanza clara: no hay mal que dure 100 años.