En estos tiempos de tecnología y de avances científicos, sin duda la idea de una inteligencia artificial que ayude a la seguridad y a la justicia no solamente es tentadora sino una obligada aplicación.
No obstante, debemos señalar que las inteligencias artificiales, si bien son una realidad en nuestro mundo, también lo es que distan de ser la medida ideal de seguridad por diversos motivos.
En primer punto, solo se robustecen de información proporcionada por sus operadores, lo cual implica que tengan el mismo sesgo que quien opera dicho instrumento, motivo por el cual si los datos de un lugar responden a una discriminación, el instrumento responderá de la misma forma, tal y como se ha demostrado en diversos países.
Lo anterior no implica que dichos prejuicios sean reales o se confirmen, por el contrario, únicamente implica que se confirma el mismo sesgo del creador.
En segundo punto, las inteligencias artificiales en todas las experiencias han demostrado restringir derechos, sin duda unas en mayor medida que otras, pero son una restricción mayor de derechos y en muchos casos, se convierten en violaciones sistemáticas de derechos humanos.
En tercer punto su eficacia no ha sido demostrada puesto que no ha existido una comprobación que la aplicación de las inteligencias artificiales, sea la causa para la disminución del índice criminal.
Finalmente, las inteligencias artificiales si han sido ocupadas para ayudar al trabajo policiaco bajo ciertas limitantes y con una aplicación restringida de la ley que impida violaciones a derechos humanos, ampliando tanto la transparencia en su uso como garantizando en mayor medida los derechos de las personas.
Debemos señalar que las violaciones a derechos humanos no implican un índice bajo de criminalidad, sino una falacia que por el contrario crea impunidad e injusticia, mientras que contra mayor protección de derechos menor será el índice de criminalidad y mayor la justicia social.
juanfer_lm@jfg