Más allá de fobias y filias, lo que es un hecho es que el presidente de México tiene una forma muy peculiar de hacer política; y esas maneras tan propias del tabasqueño, lo llevaron después de una larga trayectoria, a Palacio Nacional. 

Por tanto, los que ahora pretenden copiar el modelo parecen falsos. Me refiero especialmente a Ricardo Anaya, que con toda anticipación anunció hace unos días que recorrerá el país en su afán por volver a ser candidato a la presidencia.

Dicha encomienda suena artificial justo porque López Obrador, lo hizo antes con los resultados ya referidos. Por tanto, ver al panista por las carreteras de México, tratando de copiar la estrategia lo hace ver mal.

No solo eso, dentro de un esquema que se parece mucho a un montaje, el hasta hace poco acusado de lavado de dinero por la Procuraduría General de la República, se ve fuera de lugar y siendo víctima de algunos especialistas en comunicación política, que le han de sugerir estar cerca del pueblo como si eso se lograra a través de una campaña en medios digitales.

Pero no solo eso. Derivado del contagio de covid-19 que mantiene en cuarentena al presidente, las conferencias mañaneras estrenaron protagonista. Esa responsabilidad recayó desde hace días en la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero.

La ex magistrada inició con ese ejercicio fuera de ritmo, pero con los días se adaptó fácilmente al escrutinio de los medios. Aun así, ese foro tiene dueño. Esa dinámica está hecha a la medida del presidente, por lo que las mañaneras sin López Obrador es algo muy parecido a un café sin cafeína.

Otro de los grandes aciertos del actual mandatario es su forma de comunicar. De tal manera que un micrófono durante más de dos años, aquella tribuna ha sido un trampolín que juega a favor de la cuarta transformación.

La enseñanza desde la década de los setenta la dejó muy clara don Daniel Cossio Villegas, quien hacía referencia a la forma personal de gobernar. Es decir, ese elemento único que tienen los políticos y que resulta insustituible.

Para bien o para mal, la fórmula de recorrer el país durante muchos meses antes de una campaña presidencial y caminar por los pueblos ya tiene patente. Y las segundas partes se prestan más al choteo, que a la planeación estratégica de los expertos.

No es sencillo construir una imagen que haga parecer a un político como una persona con sensibilidad social, que reflexionan sobre los grandes problemas nacionales mientras maneja su vehículo de lujo.

Tampoco es sencillo que en un sistema presidencialista donde todo el poder descansa en las manos del titular del ejecutivo federal, que su lugar sea temporalmente sustituido por una secretaria de Estado.

En suma, el modelo de comunicación política debe ser una camisa a la medida. No es recomendable copiar las recetas, aunque al parecer den buenos resultados. Los que hacen eso corren el grave riesgo de perder el poco camino que han recorrido.

Cabe hacer una aclaración. En los ejemplos desarrollados, hay una gran diferencia. Ricardo Anaya copia por voluntad una estrategia mientras que la funcionaria federal, está cubriendo un espacio por el mandato del presidente. En el primer caso, su ingenuidad sobresale en el otro la situación lo reclama.

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