Por Arturo Hernández Cordero

El pasado domingo 27 de noviembre, se llevó acabo una masiva marcha en la Ciudad de México convocada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, qué según en propias palabras del mandatario, se trataba de una celebración en conmemoración de sus cuatro años al frente del Gobierno Federal. No obstante, a todas luces la marcha era una respuesta a la manifestación acaecida el 13 de noviembre a favor del INE y su autonomía.
La marcha fue un éxito en términos de convocatoria: se estima que al rededor de 1 millón 200 mil ciudadanos abarrotaron las calles de la Ciudad de México para manifestar su apoyo a la cuarta transformación y su lealtad a los ideales del oficialismo; aunque cabe aclarar que una gran cantidad de marchantes participaron en el evento de manera no precisamente voluntaria, sino que fueron convocados y trasladados por militantes de la 4T para nutrir la marcha (es decir, se echó mano del “acarreo” masivo) y así sobrepasar los números del evento de la oposición.
López Obrador, una figura política profundamente egocéntrica y partidario del culto a la personalidad, instrumentalizó la marcha para mostrar músculo político y hacer alarde de su popularidad ante una oposición que por primera vez en lo que va del sexenio había mostrado indicios de tener un respaldo popular considerable.
De la marcha del domingo ha quedado claro una verdad irrefutable con la que aún se pelea la oposición: AMLO sigue siendo el principal activo de la 4T; es el líder político y social más importante que ha tenido México en lo que va del siglo y no se vislumbra a una figura política de la oposición con un liderazgo tan sólido.
No obstante, tampoco se vislumbra por parte de la 4T quien pueda sustituir la figura mesiánica que representa AMLO para su movimiento y muy probablemente habrá una crisis de legitimidad que le tocará afrontar a su sucesor. Es importante que la oposición empiece a prever dicho escenario, puesto que su actual estrategia les imposibilita generar una figura política potencialmente competitiva frente a los liderazgos futuros de MORENA (que no tendrán ni la mitad de la aprobación de AMLO)

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