En política como en la vida hay que reinventarse. Esa es una regla que con frecuencia aplica en sentido positivo, pero también suele ir en sentido contrario con los ideales y la lealtad; valores muy cotizados en la actividad pública, pero que en la actualidad parecen en decadencia.
Al menos eso parece cuando una persona defiende una bandera política y después cambia repentinamente de causa, para formar parte de aquello que solía criticar. Esa camaleónica actitud suele verse como una falta de coherencia y convicciones.
En otras palabras, es natural cambiar de piel y tratar de acomodar los ideales a la nueva realidad, pero aquellos enroques deberían seguir una línea permitida donde no se pongan en juego los principios.
Todas estas reflexiones vienen a cuenta por lo ocurrido la semana pasada, con el denominado grupo político independiente que se conformó a través del ex gobernador de Hidalgo, Omar Fayad. Este político que ahora conjuntamente con sus seguidores, pidieron formar parte del Partido Verde Ecologista de México (PVEM).
Hay dos cosas que valen la pena poner a consideración. La participación política en México esta encapsulada en los partidos políticos. Ese rasgo distintivo no permite a los “grupos independientes”, llegar muy lejos en sus aspiraciones.
Salvo casos de excepción, lo que hacen los políticos es abrigarse a un instituto político que permita tener resuelto el tema de la estructura electoral, las prerrogativas y la representación en el congreso.
Estas consideraciones son casi imposibles para un político “independiente”. Quizá por eso, Fayad y sus seguidores, optaron por encontrar un espacio en un partido que es algo muy cercano a una franquicia electoral.
Es decir, los afiliados al partido del tucán son motivados por razones personales antes que por un proyecto unificado de nación o por alimentar el debate nacional. En pocas palabras, ese partido le hace el juego sucio al sistema. Entre sus bondades se encuentra la de reciclar, reivindicar, realinear a los políticos que andan fuera de radar y que quieren regresar por sus fueros a como de lugar.
En ese partido la práxis es una religión. Todo suma, todos caben, todos merecen una segunda oportunidad aunque tengan un pasado deleznable. Muy mal por la ideología. Muy bien para no dejar ir a otra trinchera a los indeseables.
El postulado parece estar encaminado a un enunciado pragmático: aquí cabe todo el desecho, prefiero que sea mi desecho antes que se vaya a otro partido. De tal suerte que esa puerta permitió el ingreso de los expriístas que andan huérfanos en la escena política local.
Estos nuevos integrantes del verde buscarán acomodo en una coyuntura que puede darles algo de oxigeno cuando todo parecía agonizar, me refiero a los cargos públicos. En una de esas hasta venden caro su capital político y les alcanza para seguir gozando de las mieles del poder.
Sin embargo, vale la pena hacerse algunas preguntas de corte existencial ¿qué tanto poder puede tener un ex gobernador? ¿su base política se mantiene intacta aún estando fuera del poder? ¿quién apoyará a este grupo político advenedizo en el partido verde?