No sé si sea a causa de los rayos del sol que entran por mi ventana o de la música banda, que suena de forma aleatoria a mi alrededor. Cualquiera de las dos que sea el motivo, debo confesar que ambas me ponen de buen humor; y siguiendo con la cuenta regresiva para dar inicio oficialmente a las vacaciones de Semana Santa, meneo los hombros al son de la última canción para compartirles la historia del día de hoy.
Para empezar, si eres amante de los mariscos, te gusta la música de tambora y el baile, y además disfrutas de pasar el tiempo tirado en la arena junto al mar, sigue leyendo que este artículo te va a interesar. Y aunque existen muchos destinos interesantes por visitar, hoy nos enfocaremos en las bellas playas de Mazatlán.
La ciudad Mazatlán, también conocida como la “Perla del Pacífico”, es un destino de playa de la costa oeste del pacífico mexicano, considerada como única gracias a sus bellas playas, su malecón de 21 kilómetros considerado el segundo más largo del mundo, su faro natural que es el más alto del mundo ubicado en el cerro del Crestón y su centro histórico, lleno de coloridos callejones y abundantes sitios de degustación gastronómica local.
Además, es un destino que ha crecido potencialmente gracias al turismo por lo que ahora cuenta con gran capacidad portuaria y modernos hoteles y restaurantes, que ofrecen gran variedad de comida gourmet.
Viajando desde Ciudad de México vía aérea, la ciudad de Mazatlán nos queda a dos horas aproximadamente y ya estando en el aeropuerto del destino es muy fácil desplazarse a cualquier rincón de la ciudad o a lo largo del malecón.
Allá además de trasporte público y taxis, tienen autorizado el servicio de Uber, y eso para todos los turistas, es una gran salvación. También existen las “pulmonías”, que es el transporte oficial del malecón, que no es más que un auto adaptado con música y luces llamativas, los favoritos de los turistas, donde al son de la música se disfruta del aire fresco del mar.
También existe aún el mito de si es una ciudad segura o peligrosa. En lo particular creo que ningún lugar es seguro, por lo que siempre debemos tener cuidado, así que durante mis días de vista, los sentí tan similares como ir caminando por las calles de Tulancingo o paseando por Madrid.
La última vez que pisé las playas de Mazatlán, fue a causa de un evento social. Fui acompañante de boda. La aventura inició en un viaje de carretera desde la ciudad de Puebla, pasando por San Miguel de Allende, Guadalajara y Tepic, hasta llegar a la ciudad de Mazatlán. En efecto, si les gusta disfrutar de los alrededores mexicanos, los viajes de carretera son la mejor opción.
Llegamos a nuestro hotel un día antes de la ceremonia, por lo que nos permitió disfrutar de la playa, sus olas y conocer los lugares de moda a los alrededores. Esa primera noche, llegamos a cenar a un lugar llamado “El Sinaloense”, que al parecer es uno de los favoritos porque siempre hay variedad de música en vivo y su carta es amplia en carnes y mariscos. Muy recomendado.
A la mañana siguiente nos despertamos y bajamos a descansar sobre la playa. Tomamos bebidas frescas, platicamos, nadamos y tomamos varias fotografías. En ese sitio la gente anda descalza, la arena es tan suave y fresca que el sol por muy ardiente que esté no afecta. Horas antes de empezar la ceremonia, subimos a la habitación, acomodamos nuestras cosas y nos pusimos bellos para disfrutar de la gran velada que sería en un hotel cercano al nuestro.
Comúnmente las ceremonias de boda en la playa, están llenas de magia por el paisaje, la música y la brisa de mar, tanto que te dan ganas también de quererte casar (chiste local), y como era una boda de amigos, conocimos a mucha gente de nuestra edad y terminamos la celebración hasta altas horas de la madrugada, cruzando en una balsa el lago del hotel a la ciudad, porque el acceso de autos estaba bloqueado y no podíamos pasar. La celebración evidentemente siguió en la discoteca más popular, pero de eso espero pronto poderles contar.
El último día quedamos con algunos de los nuevos amigos para almorzar junto al mar, y creo que en ese momento, fue que me enamoré perdidamente de Mazatlán. El color del mar y las olas era increíble, creo que nunca había brillado tan bonito mi bronceado como ahí, y por estar disfrutando del malecón y los alrededores, terminamos en un restaurante local cerca de la playa. Ahí comimos los mejores ceviches que he probado en mi vida. En verdad, habrá muchos restaurantes y lugares que ofrezcan comida gourmet, pero lo mejor es a la orilla del mar.
¿Y ustedes, ya están listos para vacacionar?