El pasado martes, a cuatro días de celebrarse las elecciones más grandes de la historia del país, un grupo de manifestantes llegó al palacio de gobierno en la capital hidalguense, según se dice, exigiendo el cumplimiento de obras que el gobierno local había comprometido para su municipio.

Los inconformes pretendían hablar con funcionarios del gobierno, pero encontraron a un grupo de policías que les impidieron el paso. Acto seguido iniciaron las confrontaciones entre los dos bandos teniendo como saldo cuatro personas heridas. Esos son los hechos. Sin embargo, derivado del momento político ya referido, parece que este capítulo tiene un alto contenido político.   

Por principio de cuentas, hay que decir que los oriundos del municipio de San Salvador fueron utilizados por algunos líderes que buscan otras cosas que el cumplimiento de acuerdos. Porque al parecer su traslado a Pachuca tenía un objetivo específico: provocar un zafarrancho.

Si esta versión se confirma, hay una cosa más grave que decir. Los del Valle del Mezquital no midieron las repercusiones de su comportamiento. Y hasta este momento, todavía está en peligro la vida de uno de sus compañeros.

Por otro lado, si todo lo anterior –como parece– fue armado, el gobierno local y en particular los policías mostraron una considerable falta de capacitación. Era claro que los manifestantes pretendían llevar las cosas al límite. Y más que contender a los violentos los uniformados reaccionaron con más violencia.

Esto desató el descontrol que terminaría con una imagen muy fuerte. Un manifestante tirado en el suelo encima de un charco de sangre. Lo anterior, le pone un sello de golpeador, represor y violento a un gobierno que se juega muchas cosas en las elecciones del próximo domingo.

Es decir, llegamos a unos comicios con la visión de que esta administración no reaccionó bien a un conflicto social.

Esta lectura de los acontecimientos, que tiene un matiz maquiavélico por tratarse de una trama deliberada busca influir en la psique de los votantes. Quizá no marque una diferencia o afecte el resultado de la elección, pero marca un precedente que difícilmente se olvidará.

Ahora bien, algunas voces también han expresado que se trató de un movimiento legítimo, que fue infiltrado por unas personas ajenas las cuales provocaron todo lo narrado con la intención de minimizar la protesta y poner el foco en la nota roja.

De ser así, esta pequeña conspiración no tuvo éxito. Porque en tiempo real, muchos actores políticos de oposición tomaron la bandera de los manifestantes. Candidatos, políticos y representantes populares hicieron pronunciamientos en torno a la agresión y pidieron el esclarecimiento de los hechos.

Cualquiera que haya sido la motivación de estos hechos, lo cierto es que vienen a enrarecer el ambiente político en el estado de Hidalgo. Le pone a la fiesta democrática del domingo una mancha innecesaria justo en una elección marcada por la violencia política.

Cabe mencionar, que los videos y fotografías que se tienen de la persona diagnosticada con traumatismo craneoencefálico se tomaron desde el palacio de gobierno. Es decir, los propios burócratas fueron quienes compartieron en redes los actos de represión. Incluso, se escuchan las voces de quien está grabando con un tono de alarma, al pensar que el herido ha fallecido en medio de la calle, ¡Lo mataron! dice varias veces con asombro.  

Vaya paradoja, porque los burócratas se convirtieron en los principales precursores de la imagen donde el gobierno reprime con fuerza y no presta los servicios médicos a una persona que yacía en el piso desangrándose.  

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