En el último tramo de su administración, Omar Fayad se enfrentó a su principal desafío político como gobernador. Como ocurría en la cultura política del priísmo, su encomienda radicaba en designar a su sucesor y; con ello, mantener la continuidad del PRI en el estado de Hidalgo.
Fayad no lo pudo hacer o quizá no lo quiso hacer. La dirigencia de su propio partido le impuso otro camino y a partir de ese momento, la distancia entre el PRI nacional y local se fracturó.
En el transcurso de la campaña, el desdibujado gobernador no se involucró demasiado. Su actitud de distancia e incluso de animadversión, fue un elemento adicional para que el resultado final de dicha contienda, tuviera un resultado abultado para Morena.
No hay que omitir que durante su administración, Fayad fue generoso con el presidente Andrés Manuel López Obrador. Fueron más las coincidencias que las diferencias y eso también abonó al distanciamiento con su partido.
Al menos eso se lo reclamó en distintas ocasiones el dirigente nacional del PRI, Alejandro Moreno, quien acusó a Fayad de haber “entregado el estado de Hidalgo a morena”. Por cierto, esa misma acusación la formuló recientemente “Alito” al referirse a la elección del estado de México y en particular, al gobernador Alfredo del Mazo.
Por tanto, la renuncia de Omar Fayad al PRI, se veía venir. Y prácticamente le pone una estaca a la endeble existencia del PRI en el estado de Hidalgo.
A esta decisión hay que sumar otras bajas. Por ejemplo, el también exgobernador Jesús Murillo Karam quien se encuentra encarcelado; Miguel Osorio Chong quien es un solitario senador sin poder y sin influencia; y los emblemáticos Rojo (Jorge y José Antonio) quienes desde hace tiempo están en el atardecer de su carrera política.
Por cierto, y es de reconocerse, que Jorge Rojo acompañó en la conferencia de medios a su correligionaria del Estado de México cuando ésta aceptó su derrota electoral. Ahí apareció una relajada Alejandra del Moral y atrás el político hidalguense, cabizbajo y pensativo.
De tal manera que el PRI en Hidalgo vive su peor crisis. Momento para que muchos tricolores piensen formalmente con vislumbrar salidas de emergencia de aquel barco, que parece hundirse en medio del océano.
Solo quedaría la cuestionable figura de Carolina Viggiano, como referente de este esperpento político. La oriunda de Tepehuacán de Guerrero tendrá las riendas del partido, pero le falta la base social y la complicidad del gobierno local, como ocurría en otros tiempos.
Sin embargo, la también secretaria general del PRI ha demostrado que lejos de construir acuerdos, se ha comido el pastel ella sola y esto ha provocado que sea parte de la histórica dirigencia que sepulta al PRI, pues ha sido el CEN el más perdedor que haya existido, perdiendo prácticamente todas las elecciones gubernamentales del país, salvo los casos de Durango y de Coahuila.
Este último estado, con un gobernador cercano al grupo político del que forma parte el marido de Viggiano, Rubén Moreira.
Ahora si podríamos decir que estamos en la antesala del fin del PRI en el centro del país. Al menos en sus dos bastiones más representativos, Estado de México e Hidalgo.