Por Arturo Hernández Cordero
La semana pasada fue una de las más violentas que haya tenido lugar en México en lo que va del sexenio.
La población de grandes metrópolis a lo largo y ancho del País, como Ciudad Juárez, Guadalajara, Celaya, Mexicali o Morelia, sufrieron de primera mano los narco bloqueos, tiroteos e incendios a camiones y comercios, perpetrados por grupos del crimen organizado con total impunidad; y lo más alarmante es que tales sucesos se han vuelto parte de la cotidianidad con la que deben lidiar millones de mexicanos.
A diferencia de los dos sexenios anteriores, la mayor parte de la violencia que hoy azota al país ya no es producto del enfrentamiento entre elementos del Ejercito y la Marina contra los brazos armados de los cárteles de la droga.
Hoy la violencia se debe en gran medida, a las disputas territoriales entre cárteles contrarios e incluso, entre fracciones de un mismo cártel que se disputan la soberanía del mismo.
Anteriormente, los cárteles de la droga estaban sujetos a la autoridad de figuras de peso, cuyos decesos o detenciones en los sexenios pasados, generaron en las organizaciones criminales vacíos de poder, provocando el enfrentamiento entre sus respectivas fracciones y brazos armados; situación ante la cual, el actual Gobierno Federal no ha tenido respuesta alguna, permitiendo a estas fracciones sembrar el terror y la violencia en gran parte del país.
El gobierno en turno es preso de su propia demagogia al momento de enfrentar al crimen organizado, pues durante años la izquierda en México señaló a los gobiernos de Calderón y Peña Nieto, por falta de humanidad en sus estrategias de seguridad pública, que por cierto, reportaban tasas de homicidio mucho menores a las actuales.
Ahora que a la izquierda le toca lidiar con el problema mayúsculo que supone el narcotráfico, no puede tomar medidas drásticas para desarticular a las fracciones en conflicto del narcotráfico y se escuda en un discurso de falsa humanidad (la política “abrazos, no balazos”), cuando ya es evidente que el crimen organizado se le ha ido de las manos al gobierno de AMLO desde hace tiempo, y es la Seguridad Pública sin lugar a dudas, el mayor fracaso de la 4T.