El pasado domingo tuvo verificativo el primer debate entre los aspirantes al Senado de la República del estado de Hidalgo, organizado por el INE. Este ejercicio democrático entre Carolina Viggiano (PAN, PRI, PRD), Simey Olvera (Morena, Panal), Yareli Melo (Verde Ecologista), Adriana Flores (Movimiento Ciudadano) y Damián Sosa (PT), lejos de ser un marco de propuestas, estuvo marcado por las descalificaciones.
El formato del intercambio de ideas que propuso la autoridad electoral, pintaba muy bien. Hubo cuatro segmentos divididos en dos partes. La primera de ellas con preguntas elaboradas por una institución de educación superior, enfocadas a varios temas. Y una parte adicional de preguntas que hicieron llegar las personas a través de instrumentos digitales.
Aunado a lo anterior, los candidatos contaron con dos bolsas de tiempo de cinco minutos para argumentar, intercambiar puntos de vista, en fin. En suma 10 minutos donde ellos mismos podían administrar su propio tiempo sin pasar del minuto y medio de tiempo.
Con las salvedades del reloj, la parte estructural del debate trascendió sin mayor problema. En donde estuvo el error, es que la cuenta regresiva que marcaba el tablero no avisaba cuando se iba a terminar el tiempo permitido. Eso trajo como consecuencia una serie de ideas cortadas, discursos que no concluyeron y pausas en algunas partes, que prometían una acalorada discusión.
Y justo en ese tenor, se concentró toda la narrativa expresada por los aspirantes a la cámara alta. Llama la atención la larga lista de calificativos que se profesaron los candidatos. Por principio de cuentas, la forma de referirse de Carolina Viggiano hacia Simey Olvera, fue despectiva. Cuando la priísta se refirió a la morenista, le interpuso siempre un “señora Simey”.
Quizá pensó que el mote le generaría disgusto, pero al parecer pasó desapercibido para la oriunda de Mixquiahuala. Por otro lado, la aspirante naranja, siempre que se refirió a la priísta, el epíteto de “la candidata de la vieja política”. En consecuencia, la de Tepehuacán de Guerrero, le contestó con un: la candidata esquirol.
El único varón que estuvo presente tampoco escapó de los ataques. La misma Adriana Flores, le recriminó su vínculo con un grupo político que ha tenido secuestrada a la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Haciendo referencia en un punto, cuestionar el motivo por el cual salía a hacer campaña acompañado de un amparo.
En todo lo anterior, uno supondría que hay algo de estrategia. Por su lado, la candidata naranja buscaba el reflector para que los votantes la ubiquen. Su determinación y valor al parecer, cumplieron con ese objetivo. La candidata de morena, administró bien su ventaja competitiva, al tener un mejor lugar en las encuestas y no arriesgó demasiado.
Viggiano, por su parte, pareció irritada por la serie de cuestionamientos que le profirieron sus pares. A muchos de estos señalamientos contestó, pero no tuvo tiempo suficiente para contestar todo lo que le señalaron.
También el que sale raspado es el candidato del PT, quien pierde la brújula al señalar una persecución política de parte de gobierno del estado. Situación que ahora ocupa de bandera sin dejar sobre la mesa, alguna propuesta viable para ocupar un escaño en el senado.