Como se veía venir, en las elecciones del estado de México el partido morena obtuvo un triunfo contundente. Hasta este momento, a juzgar por la fluidez de los resultados, no habría forma de revertir la inercia ganadora de la maestra Delfina Gómez.
Sin embargo, la tarde del domingo, un acto irracional se presentó en el equipo de la candidata perdedora Alejandra del Moral. En una conferencia de medios, la señalada consideró pertinente asegurar que había ganado la elección.
Pésima decisión, porque horas más tarde la competidora del PRI, PAN y PRD modificó su discurso y felicitó a la abanderada del partido guinda.
Este revire puede ser una mera anécdota. Pero en el fondo retrata de cuerpo entero la aquellas prácticas que ya debemos de extirpar. Ese reflejo de declararte ganador mientras algo “mágico sucede”.
La buena lógica nos diría ¿y qué puede suceder? Justo ahí está el meollo. En otros tiempos, estas aguas movedizas servían para tratar de negociar el resultado, para armar una operación de emergencia que fuera capaz de alterar la voluntad del pueblo; o bien, crear un escenario catastrófico para enrarecer el clima político.
Estas artimañas se activaron, pero no rindieron frutos. No había nada más que hacer que reconocer la derrota. Aquella que nunca pasó por la mente de los otrora invencibles operadores del estado de México y, en particular, del grupo Atlacomulco.
En el marco de aquellos ritos, lo peor del priísmo nos regaló una imagen para la posterioridad. En el primer anunció de la candidata del Moral, los dirigentes de los partidos acompañaron a su abanderada. Se les vio entonando arengas y seguros del supuesto resultado donde remontaban una diferencia de 10 puntos porcentuales.
Pero ese juego ficticio no se repitió cuando la candidata tuvo que reconocer su derrota. En ese momento los dirigentes salieron huyendo del lugar. Ninguno tuvo la gallardía de acompañar en la derrota.
Con esa imagen llega a su fin una era de políticos que solo estaban acostumbrados a las victorias electorales. Siguiendo el postulado de ganar a cualquier costo y bajo cualquier adversidad. Esto, por gracias, llegó a su fin.
Valdría mucho la pena saber que ocurrirá en las entrañas del poder local del estado de México. Saber que estarán haciendo en este momento los funcionarios que tienen los días contados en la administración pública.
Lo anterior, no es alimentado por el morbo sino una justificada curiosidad porque los burócratas de hoy son los mismos que encubrieron a Arturo Montiel, Eruviel Ávila y Enrique Peña Nieto. Todos ellos con dudoso manejo de las finanzas públicas.
Se espera, por tanto, que las lecciones aprendidas surtan algún efecto, en lo que inicia una nueva administración en el Estado de México.
Por otro lado, Coahuila se mantiene en manos del PRI. Esa nota tampoco es menor. La última guarida del partido podría salvar a los políticos en desgracia. Pero muy pronto ese espacio les será insuficiente. Vamos a ver cómo le hacen aquellos que siempre estuvieron acostumbrados al poder.