Tristemente vimos las elecciones ocurridas en nuestro país, con una violencia política nunca antes vista.

Sin embargo, no es el único país con esta preocupante realidad. El ataque perpetrado en contra del candidato a la presidencia de los Estado Unidos, si bien no es un acto menor, si es un hecho que nos debe de preocupar en un mundo democrático.

Lo anterior en virtud de que el peor enemigo de la democracia, es la violencia ya que esta impide a las y los ciudadanos, emitir sus decisiones de manera libre, ya que aun ante el más mínimo acto se puede viciar el consentimiento y ello alterar los resultados de una elección.

En tal sentido, serán atípicas aquellas elecciones marcadas por la violencia, que de una u otra manera, alteran el resultado esperado en una elección, puesto que cuando una democracia no tiene la facultad de garantizar la paz durante un proceso electoral, es difícil comprender que exista un proceso electoral, que garantice los derechos de todas las personas inmersas en él.

En consecuencia, las democracias sustentan su poder en el simple hecho de la existencia de un estado Constitucional, que garantiza los derechos de todas las personas sin importar los resultados de una elección, siendo la base de toda democracia el respeto a la pluralidad.

Por tanto, si durante el momento más importante de una democracia que es la transición que puede tener al momento de un proceso electoral, dicho derecho se ve quebrantado por una fuerza superior al Estado, se debilita no solo la credibilidad del mismo sino de las instituciones.

Lo anterior no es una cosa menor, puesto que aquello que perdura en una democracia son las instituciones. Si bien en las transiciones o en los cambios de gobierno democrático, la seguridad en el relevo de funcionarios es fundamental, garantizar los derechos de los futuros servidores es la única alternativa para contar con paz.

jfernandoge1@gmail.com

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