Hace seis años el recién electo presidente de México Andrés Manuel López Obrador, anunció la desaparición de varias delegaciones federales en los estados. Su razonamiento era válido, por ejemplo, no tenía sentido que hubiera una oficina de la Marina en algún lugar del país, que no tuviera puerto, la carga financiera que representan también se cuestionó e incluso se dijo que se iban a descentralizar algunas dependencias de la administración federal.

No obstante, se quedaron en el tintero estos cambios posiblemente por la logística que implica una mudanza de tal magnitud o por la movilidad de los burócratas, en fin; cualquiera que haya sido la cuestión, lo cierto es que solo se quedo en una buena idea sin materializarse.

Hoy que inicia una nueva administración, se especula sobre la pertinencia de muchas de esas oficinas y sobre el perfil de sus titulares. Muchos de ellos, hay que decirlo con resultados positivos. Otros que vale la pena remplazar. Pero lo cierto, es que los políticos han visto ahí la posibilidad de mantenerse activos.

De tal manera, que las delegaciones u oficinas de las dependencias federales, son en buena medida una recompensa o premio de consolación para aquellos que no encontraron acomodo en otro sitio. Lugares que, por cierto, no son nada desdeñables porque su actividad es menos demandante que un encargo en la administración estatal o municipal.

También hay que decir que las percepciones en estos espacios, oscilan entre los 80 y 110 mil pesos al mes. Lo cual hace muy atractivo el espacio laboral, para aquellos que gustan de la vida cómoda y sin apuros financieros.

Por estos y otros motivos de carácter estrictamente político, hay que estar muy atentos de los nuevos nombramientos en estos lugares. Aunque al parecer ahora hay menos voces que cuestionan su permanencia. Incluso diría que parece finiquitado el debate de adelgazar la carga burocrática. Por el contrario, ahora se ha generado expectativa de quienes llegarán como representantes de la federación.

En este sentido, hay que traer en mente que aquellos espacios pueden reflejar el nivel de influencia de los grupos políticos. Es decir, están palomeados directamente por la presidencia de la república a través de una propuesta de los secretarios de Estado. Sin olvidar que hay un servicio profesional de carrera que aplica para casos específicos como el Servicio de Administración Tributaria (SAT), o la designación de los mandos militares que manejan sus propios mecanismos, en fin.   

Como se puede deducir hay una suma de factores para que esos funcionarios de élite puedan llegar a esa responsabilidad. Por tanto, se presupone que no debe haber improvisación ni mucho menos ineficiencia en esos espacios.

De tal suerte que estamos a días de ver los primeros enroques que nos permitan hacer análisis de las personas que ocuparán esos encargos. Ahí será posible comprender el nivel de influencia de los gobernadores de las entidades federativas, de algunas negociaciones a nivel federal que puedan exportar a Hidalgo figuras de la vida pública que no encontraron acomodo en una primera línea y que ahora apuestan por una delegación mientras hay un acomodo de piezas.

Lo cierto es que no existen los suficientes espacios para que la clase política tenga el privilegio de mantenerse en el servicio público por muchos años. Mas bien hay recompensas y castigos que permiten la rotación o la jubilación de algunos funcionarios. Para eso sirven – en parte – las delegaciones federales.

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