Uno de los temas que más se han escuchado en estos últimos días, ha sido el de las deportaciones.

Lo anterior implica la existencia de personas de nacionalidad distinta al país donde está residiendo y que su estancia sea de forma ilegal o irregular.

En tal sentido, la persona tiene una nacionalidad especifica, puesto que pertenece a un lugar donde por cualquier circunstancia no se encuentra.

No obstante, todos los países tienen reglas para que un extranjero pueda vivir en nuestras naciones por cuestiones tanto de seguridad como de presupuesto. Es complicado mantener a una población que crezca por las implicaciones tanto económicas como sociales que esto representa.

Por tanto, cuando una persona no cumple con dichas normativas puede ser expulsado de cualquier país. La duda consiste a donde debe de retornar, lo cual tiene una lógica muy simple: a su país de origen porque nunca perdió esa nacionalidad.

En consecuencia, no es posible que un país se niegue a recibir a sus conciudadanos, porque ellos tienen el pleno derecho de regresar al mismo lugar de nacimiento y la obligación de dicha nación de recibirlos.

Lo anterior en virtud de que el derecho de una persona a su nacionalidad y su pertenencia a una nación, es fundamental y no puede perderse de manera unilateral por decisión ejecutiva.

Si bien las personas pudieran encontrar mejores oportunidades en otras latitudes e incluso buscar su ciudadanía en otros lados, su derecho primigenio a su nacionalidad no se pierde por ese hecho.

Maxime que en la mayoría de los casos, las migraciones se realizan como consecuencia de la falta de oportunidades de las personas en su vida, por lo que si bien no es deseable la deportación por el sufrimiento personal, mucho menos es el rechazo de su propio estado lo cual es una clara violación a los derechos de sus conciudadanos.

jfernandoge1@gmail.com

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