Desde hace unas semanas la incidencia delictiva en Hidalgo se incrementa; esta situación prende los focos rojos en una entidad caracterizada por la tranquilidad de provincia, que hasta hace poco tiempo implicaba incidentes de poca monta, en términos de inseguridad.
No obstante, se está haciendo regla encontrar personas sin vida en lugares cercanos a la zona metropolitana de Pachuca. Por ejemplo, este fin de semana la esposa del exalcalde de Zapotlán de Juárez, Hugo Salvador Álvarez Rivero, fue asesinada durante una emboscada en Acayuca.
Este crimen, se suma a los cuerpos embolsados encontrados en Epazoyucan y los seis cadáveres hallados en una fosa clandestina en San Agustín Tlaxiaca, lo cual parece incentivar la hipótesis de una disputa entre grupos delictivos por el control de la plaza vinculados al narcomenudeo y la venta de hidrocarburos.
Estos eventos prenden los focos rojos, porque antes solía decirse (como si eso les quitara la gravedad a las cosas), que los delincuentes no eran de aquí, que eran personas de otros estados que se venían a refugiarse acá por la tranquilidad de la entidad. Ahora, sin embargo, la constante en los hechos delictivos nos hace pensar que el problema es de casa.
Por tanto, se acaba la narrativa de que los problemas son foráneos y eso exige a una obligada responsabilidad de las autoridades locales, en cuanto a la integridad de todos los hidalguenses.
Siguiendo una línea intuitiva podemos decir que el combate al robo de hidrocarburo, que en último semestre del año equivale a mil 337 tomas clandestinas descubiertas, ha generado una serie de reacciones violentas que pudieran explicar el fenómeno que estamos viviendo actualmente.
Hay que recordar que los estados que viven la misma situación (Jalisco con mil 121, Tamaulipas con 732 y Guanajuato con 421 tomas clandestinas de hidrocarburo), tienen efectos secundarios derivados del combate a esta actividad ilícita.
Es decir, si estos eventos tienen como común denominador esa actividad, parece que estamos en la antesala de una serie de reacciones, que vendrán en cascada como ocurre en las entidades antes mencionadas.
Por el contrario, si los casos citados no tienen relación, hay que decir que en Hidalgo pasamos por una mala racha en cuestión de seguridad, en donde ya se está volviendo regla tener varios asesinatos que generan incertidumbre en una sociedad acostumbrada a la tranquilidad de antaño.
Por fortuna, esta administración parece consecuente con la problemática citada. La semana pasada se realizó ante los medios, un anuncio de detención de un importante (así lo presentaron) distribuidor de estupefacientes. Su zona de influencia era –eso se dijo– el municipio de Mineral de la Reforma.
De tal suerte que estamos en lo que pudiera ser la antesala de un problema, que por su inercia puede ir creciendo. No hay fórmulas mágicas para hacerle frente a la inseguridad más que combatir las raíces del problema.
En este particular, se tienen elementos de sobra para combatir este flagelo. El gobierno federal tiene varios proyectos en la entidad, lo que debería de venir acompañado con un plan de seguridad que regrese la tranquilidad al estado.