Uno de mis centros comerciales favoritos está ubicado en pleno corazón parisino y es “Les Halles”. Y aunque para muchos, a consecuencia de su reciente apertura “La Samaritaine” ubicada a orillas del “Pont Neuf” la consideran actualmente como su “magasin” preferida (que en su traducción al español sería tienda departamental), para mí el “quatier Châtelet – Les Halles” es mi favorito, pues le conocí primero y lo disfruté más.
Este centro comercial no solamente se encuentra en el corazón de la capital francesa, es decir, ubicado en el primer distrito, sino que su localización es privilegiada, pues está a tan solo unos cuantos metros del río Sena, al que puedes llegar a pie sin problema. Al mismo tiempo, está rodeado de buena vibra por todos sus bares y comercios, al margen de los jardines, las iglesias, el foro y los museos cercanos.
Para comprender más de este sitio, les comparto un poco de su historia.
Este centro comercial es más antiguo de lo que se cree. Fue Luis VI en el siglo XII, quien instaló en el sitio un primer mercado. “Les Halles” significa mercado o pasillos cubiertos.
Con el paso de los siglos, este mercado siguió creciendo y la necesidad de construir más salas para la oferta de productos incrementó. No solo estaban llenos los pasillos y la planta alta, sino también empezaron a implementarse salas en la planta baja.
Aquí se ofrecían productos de todo tipo: alimenticios, textiles, zapatos, mercería, artículos de segunda mano, flores y más. Es por eso que llegó a convertirse en un barrio populoso. De hecho, esta reputación fue reflejada en muchas obras de época, como por ejemplo en el trabajo del escritor y periodista Emile Zola, quien representó el ambiente de “Les Halles” en el siglo XIX en su novela “Ventre de Paris, 1873” (el vientre de París).
Como pueden imaginar, un lugar tan concurrido es criticado constantemente por los problemas de higiene y tráfico, y refiriéndonos específicamente a París, otro gran problema era la invasión de ratas.
Es por eso que se lanzó un concurso de arquitectura para mejorar las malas condiciones del mercado en 1848 y el cual ganó el arquitecto Victor Baltard. Él se encargó de embellecer los pabellones cubriéndolos de cristal y columnas de hierro fundido, los cuales separaban a las diferentes salas, cada uno con su especialidad. Años después fueron demolidos y hoy en día solo se conserva uno que sobrevivió a tal destrucción.
También el centro comercial tiene su propio foro, “Le Forum des Les Halles” ubicado en la parte subterránea, que acompaña perfectamente el espacio verde de su periferia.
Hoy en día, el centro comercial “Les Halles” es realmente un espacio grande e increíblemente concurrido. Durante el día pueden ver un vaivén de personas circulando desde el metro hacia sus espacios laborales, cruzando el Jardín de Nelson Mandela de un lado a otro.
Después, alrededor del mediodía, poco a poco, la gente va disfrutando de las compras en las tiendas dentro y fuera del recinto, así como de los antojos en los pequeños comercios. Algunos han acudido ya a la piscina subterránea o están a punto de disfrutar una función en el cine.
Por la tarde el ambiente se vuelve más bohemio: las luces se encienden, las terrazas se llenan, los chicos salen de la escuela e inundan los jardines en grupos. Se escucha música, se ven bailes y personas jugando a la “petanque”. La iglesia de “Saint-Eustache” enciende su recinto de estilo gótico y los bares a su alrededor se vuelven mágicos.
Este lugar yo lo frecuentaba a todas horas. Durante la pausa del trabajo, lo visitaba para tomar una taza de café o “chacharear” entre las tiendas de moda. En mis días libres a veces pasaba de camino hacia “Belushi’s” o para encontrar un sitio de bicicleta. Pero mi momento favorito aquí era al terminar el trabajo, pasábamos a la tienda árabe de junto que cerraban más allá de las 2 am y comprábamos un vino o un par de cervezas.
Seguíamos de camino con las bicicletas a lado hacia el jardín y nos buscábamos un espacio libre para disfrutar de la noche, de la compañía y de “la vie parisienne”. Por supuesto siempre observando los alrededores porque sí, todo París está lleno de roedores