Los altares en honor a los “Fieles Difuntos”, son una de las máximas representaciones del simbolismo de las culturas mesoamericanas, que en la región Tulancingo tienen un arraigo muy importante, incluso antes de la llegada de los españoles, de acuerdo con Roberto Williams, escritor e historiador, que dedicó muchas de sus obras a la cultura indígena tanto tepehua como del altiplano.
Ruta, se trasladó a Santa Ana Hueytlalpan, una de las 12 comunidades indígenas de Tulancingo, cuyas creencias y valores, se plasman en la colocación de estas ofrendas, que más allá de su cosmovisión, forman parte de una tradición con mucho arraigo, que en las últimas décadas se ha ido fortaleciendo, pues, a su vez, esta localidad tiene un número importante de migrantes, cuyo destino de sus remesas, es que sus familiares no escatimen con los gastos para la colocación de los altares.
Ahí, la familia Gil García, se esmera colocando, por una parte sus ofrendas y por otra, haciendo los preparativos para la comida que ofrecerá a amigos y familiares, para rendir culto a los “Fieles Difuntos”.
Y así entre aromas, con un vistoso arco, papel picado de vistosos colores, velas, veladoras y cirios, un vaso con agua, con semillas, frutos, especias y otras bondades de la naturaleza.
De igual manera, con flores adornando cada una de las partes del altar, calaveritas de dulce y bebidas, como: tequila, cerveza, rompope, pulque y todas aquellas bebidas que le gustaban al difunto, al igual que su comida favorita.
No faltan, la cruz, el rosario, imágenes religiosas, ropa. Así es el “Todos Santos”, en Santa Ana Hueytlalpan y en diferentes partes de las regiones Tulancingo, Otomí-Tepehua y Náhuatl