El día de hoy concluimos el mes de febrero, un mes dedicado a muchas cosas y entre ellas al amor y la amistad.
Tomando en cuenta considerablemente esto, en esta ocasión compartiré historias de las buenas amistades que aún perduran, a pesar de los kilómetros de distancia.
Como ya se los he mencionado en los textos anteriores, mi destino final de este corto, pero significativo viaje fue España. Sin embargo, deben saber que estando en territorio europeo, el tránsito de un país a otro es muy rápido y económico, así que estando aquí, no iba a perder la oportunidad de regresar a aquel lugar que tanto extraño: París.
Que con solo mencionarlo me vuelvo un poco más romántica, porque siento la sensación de un sueño perfecto e infinito, y una armonía entre lo que soy, lo que fui y lo que pronto volveré a ser. Pero seguimos…
Este viaje, a pesar de servirme de manera laboral y personal, me dio la oportunidad de reencontrarme con grandes amistades. Amistades que tanto echo de menos.
El primer fin de semana tuve una escala de unas cuantas horas en la ciudad de la luz, que me permitieron ver nuevamente a Iván. A Iván lo conocí en mi primer día de trabajo en el restaurante “Itacate”. De hecho, competíamos por el mismo puesto, pero al final nos contrataron a los dos.
Y desde ese momento hasta la fecha, seguimos siendo muy buenos amigos. Verlo siempre es un regocijo, y en esta ocasión que cenamos y platicamos de la vida y de nuestros planes futuros, recordamos aquellos momentos que disfrutábamos juntos, deseosos de siempre volver a coincidir. A Iván lo quiero como a un hermano, es por eso que me cuesta mucho despedirme y decirle siempre “à bientôt!”.
El segundo fin de semana que pasé en París, me quedé en el departamento de Ingrid. A ella la conocí cuando vivía en Cholula. Tenía muchos años que no nos veíamos, y aunque seguimos en contacto y nos llamamos y escribimos de vez en cuando, siempre soñamos con vernos juntas en París. En un principio porque yo vivía ahí, y después cuando la oportunidad llegó a ella, seguíamos inmersas en compartir los goces de la vida en el país del “amour” y el “champagne”.
La primera noche no paramos de platicar y fue tan bonito verla triunfar. Después conocí a sus amigos. Por fin se me hizo ir a una boda civil europea y visitamos varios museos juntas. Tomamos vino, comimos queso, comimos crepas y caminamos de noche por las calles de París.
Una de esas noches coincidimos con Lin. A Lin la conocí en un verano de clases, en un curso de francés. Recuerdo mucho ese curso, porque hice muchas amistades de diferentes nacionalidades, pero fue Lin con la que más coincidí.
En esta ocasión compartimos historias bajo la luz tenue de una cafetería cerca de “Bastille”. Su historia de vida no es fácil, y a pesar de ello siempre transmite tranquilidad y amor. Todo el tiempo me dice que luche por lo que quiero. Siempre me recuerda regresar a París.
En mis últimos días me reencontré con Germain. Aproveché el día de “la grève” en Paris para salir de la ciudad y evitar los inconvenientes del transporte. Germain es uno de mis mejores amigos, y a pesar de la distancia, de la diferencia de edad y de pertenecer a otra cultura, siempre me procura y está para mí.
En esta ocasión visité su pueblo, era como visitar un Cuautepec pero en Francia. Conviví con sus padres, practiqué mi francés, conocí su casa y sus alrededores. Realmente mi amistad con Germain es extraordinaria.
El último fin de semana lo dediqué a Alexandre. A él lo conocí en la empresa donde trabajaba mi mejor amiga, en una fiesta de Halloween maquillando al staff. Fue un encuentro inesperado y del que más he disfrutado. Me enamoré. En un principio, cuando estaba de regreso en México, siempre me preguntaba que cuando volvería a París, que me esperaba con impaciencia.
El último fin de semana, lo dediqué exclusivamente para él. Yo lo recordaba con mucho cariño y aunque la comunicación siempre fue buena, el idioma fue nuestra debilidad; en vez de hablar francés hablábamos inglés. Nos citamos en Belushi’s, como en los viejos tiempos, y pasamos un fin de semana de ensueño. Lo más sorprendente es que todo el tiempo hablamos en francés. Estaba tan impresionado de cómo mi francés había mejorado, que ahora él quería aprender español. La verdad es que si lo extrañé.
Y con la ilusión de verlos a todos nuevamente, les dedico en estas palabras mi mes y mis días. Porque sin ellos, el sentido de mi viaje no hubiese sido el mismo, y gracias a ellos recordé que París siempre me espera cada que decida volver

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