Después de los resultados del pasado 5 de junio en el estado de Hidalgo, donde el partido Morena ganó con el 62% de la preferencia electoral, resaltan algunos daños colaterales propios de un triunfo de tal magnitud.
El primero de ellos, y con mayor énfasis, tiene que ver con el partido que gobernó la entidad por 93 años consecutivos; el PRI, no solo vive una crisis política sin precedentes, sino que a lo anterior se suma una pesada carga financiera que podría ser irreversible.
A manera de anécdota, cuando una persona venía al estado de Hidalgo y pedía referencias políticas, era muy sencillo explicarle las cosas. Bastaba con una visita a las oficinas de los partidos políticos. La mayoría de ellos tenían espacios reducidos en algún punto de la capital.
A diferencia de un edificio de varios pisos que se presenta majestuoso en la principal avenida de Pachuca. En una columna muy alta hay un reloj custodiado por las siglas del PRI.
Aquel recinto no deja lugar a dudas, se trata de la casa de quienes detentaron el poder por casi 100 años, ahí nunca se escatimaron recursos, los tiempos de bonanza los acompañaron por décadas y los elementos simbólicos jugaron a su favor.
Hasta el nombre de la gran avenida donde se sitúa la cede del PRI estatal, lleva el nombre de uno de sus próceres, de aquel candidato a la presidencia que fue asesinado en 1994, de aquel que se propuso democratizar al partido, nos referimos a Luis Donaldo Colosio Murrieta.
Ese lugar que sirvió de recinto para varios festejos por los constantes “carros completos” (nombre para enunciar un control dominante en las urnas de parte de los tricolores), ahora vive una triste realidad.
Su manutención es producto de la buena voluntad de los funcionarios públicos estatales. Un ejército de varios miles de burócratas que no tenía otra alternativa, que donar una parte de su sueldo para que ese palacio (orgullo de todos), reflejara el tamaño de sus egos.
A partir del 5 de septiembre, los bienes muebles e inmuebles del PRI, estarán en subasta. Porque se antoja difícil pensar en un a fórmula para mantener los gastos a los que estaban acostumbrados. El derroche será producto del pasado y tendrán que venir los tiempos de austeridad. Vaya sacudida de rumbo, porque nunca se habían preocupado de los temas presupuestales.
Ahora las cuotas de los militantes apenas alcanzarán para pagar algunas nóminas, los presidentes municipales emanados de ese partido tendrán que jugar el rol de los salvadores y vendrán los recortes de personal y con ello, la huida del barco que se está hundiendo.
Es buen momento, para que aquellos que han manifestado su orgullo de pertenecer al gran partido, se pongan la camiseta de héroes. Es tiempo que salven al partido en la peor crisis política y económica.
Aunque ahora tendrá que reinar la plena conciencia de que no hay posibilidad de recompensa. Porque antes se donaba algo del sueldo, pensando que después vendrían las retribuciones con cargos de elección y/o pagos de servicios a través de contratos. Ese ciclo llegó a su fin.
Ahora los damnificados están por todos lados y hay algunos (ingenuos), que hasta este momento se lamentan por seguir creyendo en la maquinaria indestructible del PRI. En su peregrinar no están solos. También en el PRD las cosas no pintan bien. Ahí los pocos que se quedaron perdieron las convicciones democráticas al tiempo que se despojaron de su esencia opositora.
Sirven ahora de mensajeros del PRI, de grupo de choque, de pantalla opositora, de rémora discursiva. Qué lástima por aquellos que fueron víctimas de esta aplastante realidad electoral en el estado de Hidalgo.