Por Roberto Rico Ruiz
Andrés Manuel López Obrador es un hombre de buenos empeños, por una u otra cosa, así resulte en desacreditar todo lo que se oponga a sus intereses y afanes, no guarda mayor meta que mantener a su clientela electoral y como firme anhelo hacer ganar a como de lugar a morena en las elecciones del 2024, el líder único del actual partido mayoritario es algo que ni siquiera disimula, le resulta su mayor deseo.
La concentración del pasado domingo en el Zócalo de la Ciudad de México, es en si, la demostración más emblemática del desgaste natural de cualquier gobernante, y su paso por la Presidencia de la República, no resultará en menor cosa; López Obrador sabe bien que conforme más se acerque el venidero proceso electoral federal, se verán en esencia más agotadas sus capacidades de operación política, su dialogo y su liderazgo por serenar a sus propios correligionarios o facciones, en vista de que la feria de sus corcholatas y el que se deslinda de ser tal, habrán sumado a sus afectos a los militantes y simpatizantes, provocándose un cisma que terminara dividiendo a morena, la historia nos da esas lecturas, por ello no resultaba para nada descabellada la idea o tradición del “tapado”.
La inconformidad se vera incrementada en los próximos meses, el López Obrador de hoy, esta muy lejano de aquel del 2018; pero juega sus cartas, sabe jugarlas bien, es veraz constructor de escenarios que le han sido favorables, pero en el entendido de mantener un cierto control que se ira debilitando; máxime que las corcholatas y el que se dice no serlo, no guardan la actitud retadora y polarizante de su jerarca, ninguno guarda las mismas aptitudes o actitudes para lograr la ventaja que morena obtuvo en 2018, ante el desgaste excesivo por el que los partidos de oposición atravesaron.
Es importante visibilizar que las figuras de Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López y Ricardo Monreal, resultan ser personajes más conciliadores y de mucho menos confrontación; en tal sintonía, ninguno muestra que su desempeño vaya por la orbita con la que se conduce Andrés Manuel, por una parte, los detractores que guarda este último, no habrán de ser los detractores de los aspirantes a sucederlo; en suma, el proyecto de la Cuarta Transformación tal cual esta planteado en el presente sexenio, podría sufrir modificaciones o descalabros y porque no poder pensarlo, que este habrá terminado cuando el actual huésped de Palacio, se vaya en definitiva a Palenque, Chiapas.
Como en todo, hay fecha de caducidad y los ciclos se cierran, los empeños del huésped de Palacio están enfocados desde hace un par de meses, en dejar a su sucesor, no nos equivoquemos, las miras están puestas en su caballo o alfil negro, aquel con el que convivio en su infancia y juventud, aquel que departió en su casa. La historia bien sabemos tiende a repetirse, no como mero síntoma de agradecimiento, sino con efectos del como regresan las modas, tal vez estemos reviviendo el episodio de sucesión de Luis Echeverría Álvarez con José López Portillo.
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