Hace unos días un puñado de personas tomó las oficinas estatales del partido Morena. Lo anterior, no es novedoso, porque ese instituto político ha tenido múltiples eventos de esa naturaleza. Pero esta vez las intensiones de los inconformes, llaman poderosamente la atención.
Los “agraviados” utilizan una línea argumentativa muy peculiar. Dicen rechazar lo que a su juicio son las “imposiciones de candidatos en el partido guinda”. Cuestión que deja muchas dudas, ya que ese partido todavía no realiza ninguna asignación de candidatos. De tal suerte que los quejosos están cuestionando un proceso que todavía no ocurre.
Además, se autonombran defensores de la legalidad cuando sin las facultades requeridas, están convocando a simpatizantes y militantes, para elegir un comité provisional en el estado de Hidalgo, cuestión que no está contemplada en los estatutos de morena debido a que el único órgano para realizar esas funciones es el Consejo Político.
Lejos de toda lógica lo que tenemos es una extraña realidad. Porque Morena sigue siendo el sello político más rentable en el país, pero también el partido que vive con una constante división interna. A pesar de esta dicotomía, mantiene un nivel muy competitivo en algunos estados, pero también las malas decisiones al interior parecen debilitarlo.
Ese es el caso del estado de Hidalgo, que bajo su condición sui géneris se quedó sin dirigencia estatal en 2018, después eligió un comité provisional, se revocó ese comité por los tribunales electorales y ahora unas personas, pretenden apoderarse de su dirigencia a través de las peores formas.
En suma, para muchas personas este partido parece una fuente inagotable de conflictos. Los desacuerdos se acumulan con tanta frecuencia que los mínimos acuerdos llegan a destiempo una vez que pasaron las elecciones y el común denominador es la derrota.
Hay que dejar claro que la construcción de un proyecto político de izquierda, no es una empresa sencilla y menos cuando se pretende instalar en un estado con viejos y arraigados tintes caciquiles. Pero también hay que decir que no ayudan los redentores que buscan el todo o nada, que su filosofía radica en instalar el pensamiento único y la necedad antes que el argumento.
En pocas palabras, que difícil resulta tener un partido de oposición consolidado en territorio hidalguense. Cuando los resultados electorales hablan de un mosaico amplio de grupos y tendencias partidistas lo que queda es un mero espejismo porque en el corto plazo los actores políticos entran en conflicto y se rompe todo.
Este desorden favorece a ciertos intereses que celebran cuando el caos es la norma. Ese postulado sirve para decir que muy pocos tienen la posibilidad de garantizar las condiciones de gobernabilidad que requiere la sociedad.
Y bajo esta óptica el problema se vuelve circular. La idea es aflojar un poco el grifo de la democracia para que algunos grupos obtengan ciertas posiciones de poder, después viene el conflicto auspiciado por los de siempre, meten ruido, generan división, compran liderazgos, siembran dudas.
Al final cosechan ganancias porque la desilusión es generalizada, la credibilidad en los políticos se esfuma y todo queda en las manos de aquellos que mantienen el control a través de mecanismos retrógrados.
@2010_enrique