Por Arturo Hernández Cordero
El 18 de noviembre tuvo lugar la reunión trilateral de los mandatarios de Canadá, Estados Unidos y México en Washington D.C., para tratar los asuntos de mayor relevancia que encara la región norteamericana.
La Cumbre de Líderes de América del Norte, ha vuelto a tener lugar luego de cinco años, y con la regularización de las relaciones trilaterales en Norteamérica surgen nuevas expectativas en torno a las estrategias de resolución de los problemas de la región, entre ellos, la cuestión migratoria.
El Presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, habló en Washington de la importancia de implementar en Centroamérica programas de becas laborales y estudiantiles, no obstante, en ningún momento planteó cual será su accionar para controlar el flujo migratorio en la Frontera Sur de México, que durante los últimos tres años se ha visto rebasada por las caravanas migrante provenientes de Centroamérica y ante las cuales, las autoridades mexicanas se han mostrado inoperantes, lo que ha propiciado una severa crisis migratoria en México y Estados Unidos.
Asimismo, el presidente estadounidense Joe Biden fue incapaz de emitir algún indicio de Reforma Migratoria en Estados Unidos, que regularice la situación de más de 11 millones de mexicanos en dicho país. No se vislumbra una reforma migratoria en el futuro cercano.
La propuesta del presidente López Obrador, de implementar programas de becas en Centroamérica para evitar la incursión de los jóvenes centroamericanos en actividades delictivas, denota un profundo desconocimiento por parte del presidente sobre la actualidad social de la región.
Es cierto que la falta de oportunidades laborales y educativas forman parte del cúmulo de situaciones que propician la severa actualidad centroamericana, pero tal región, además de ser aquejada por narcogobiernos y una corrupción exacerbada, se enfrenta a una descomposición del tejido social alarmante, tras varias generaciones de centroamericanos habituados a la violencia.
No obstante, las relaciones trilaterales en Norteamérica parecen ser cuando menos políticamente correctas y el T-MEC se percibe sólido, algo fundamental para encarar los retos post pandemia