Uno de los rasgos distintivos de las elecciones intermedias es su reducido nivel de participación. Lo pocos que se interesan en la renovación del Congreso, son quienes están muy al tanto del acontecer político y saben lo que se juega con una nueva distribución del poder legislativo.
Pero, la gran mayoría de los electores no parecen muy entusiastas con las elecciones de diputados. Una posible explicación es la percepción negativa que tienen estos representantes populares. En general, son vistos como políticos que trabajan poco y ganan mucho.
Pero otra interpretación es que el Congreso no hace cosas que impacten directamente en la vida de las personas. Bajo esta lógica, esa soberanía tiene incidencia en asuntos lejanos que son propios de instituciones y no de personas.
Sea cual sea la razón, lo cierto es que los electores son más entusiastas en comicios de ayuntamientos, gobernador y presidente de la república, contrario a las elecciones de legisladores (diputados y senadores).
Quizá por lo anterior, las campañas en el estado de Hidalgo no parecen repuntar. Lograron cierto nivel de interés, una vez que los partidos políticos y coaliciones formalizaran sus postulaciones, pero una vez pasado el requisito, se vino abajo el aparente entusiasmo.
De tal manera que ahora es frecuente ver un pequeño número de personas, que van por las calles pidiendo el voto. Se trata de candidatos tratando de ser afables y empáticos, con el que sería el peor escenario político.
Porque las personas están inmersas en una complicada realidad dictada por el coronavirus y las complicaciones económicas. Todo lo demás –en este momento-, no importa demasiado.
En este terreno las campañas no alcanzan a emprender el vuelo. No hay nada que alcance a motivar a los ciudadanos, para que participen de manera masiva a favor o en contra de un partido político o coalición. Al menos que se tome la pandemia como eje rector del desempeño del actual gobierno y que los electores, realicen esa ecuación de premiar o castigar las decisiones que se han tomado en el particular.
Sea como sea, la política se encuentra desgastada a tal grado, que será muy complicado rebasar el 50% de participación. Justamente bajo estas condiciones, es cuando los liderazgos verdaderos florecen. Pero en el panorama solo se encuentra la voz del presidente, que suena con fuerza sin ningún contrapeso.
Por tanto, pueden pasar dos cosas, las personas siguen en su letargo político sin hacer caso a los estímulos que hay en el ambiente o bien, reaccionan a sus experiencias cercanas en torno al Covid-19, lo que se traduce en no ir a votar por miedo a un contagio, votar para castigar la estrategia del gobierno en contra del coronavirus o votar para premiar las decisiones tomadas hasta el momento.
En esta elección, la pandemia que paralizó al mundo se volverá en el gran elector. Ahí se juegan su futuro varios políticos. El humor social será el parámetro que determine la continuidad o el rompimiento con el grupo en el grupo en el poder.
De tal manera que las denominadas estrategias electorales quedarán al margen. Lo realmente importante son las experiencias personales que se tengan en este último año de encierro, falta de empleo y desesperación colectiva.
2010_enriqu