Con una mezcla de cine, drama, amistad y arte, el día de hoy les hablaré a mi manera de uno de los grandes clásicos del cine nacional: “Macario”.
“Macario” es una película mexicana del año 1960 llena de misterio, drama y fantasía. Fue dirigida por Roberto Gavaldón.
Su estreno fue muchos años antes de que yo naciera, y que muchos de ustedes nacieran, pero considero importante de mencionar en estas fechas, ya que fue la primera película mexicana nominada al “Óscar” como “Mejor Película Extranjera”.
Esta película me llena de recuerdos y emociones, no solo por su riqueza en relación con el mensaje cultural ligado a la muerte, o por las escenas a blanco y negro que considero llenas de dolor y poesía; más bien, me llena de buenos recuerdos, porque la primera vez que tuve oportunidad de verla y analizarla, fue en un evento de cine cultural, junto a mis amigas en mis días universitarios.
Al estudiar una carrera como lo es Turismo, y que fue lo que yo estudié en México, es adentrarte a un programa multidisciplinario que te permite pasar por diferentes campos infinitos hasta llegar a encontrar el propio, aunque la mayoría de los que estudian esta carrera, no están conscientes de ello.
El mío, por ejemplo, siempre ha sido el cultural. ¿Y por qué menciono esto? Pues básicamente en mi época universitaria, se organizaban infinidad de eventos en todos los institutos, pero desafortunadamente poca comunidad estudiantil los aprovechaba. Pero bueno, tal vez ahora sea diferente.
Recuerdo muy bien la proyección de “Macario”, dentro de un pequeño salón a los costados de la biblioteca central. Fueron 90 minutos de una trama fuerte, pero extraordinaria, de un análisis de personajes, y de situaciones clave ligadas a la vida mexicana. Realmente me bastó con verla esa vez, para que se volviera una de mis películas favoritas.
Cuando el personaje principal, Macario, decide no compartir su comida con sus hijos, esconderse en el bosque y al final, si compartirlo con el personaje ligado a la muerte, es un contexto realmente importante y, en su momento, dio lugar a muchas críticas duales.
Nosotras como universitarias reaccionamos también al placer de comerse ese pollito con las manos, así que sensibles con la historia, salimos hambrientas del sitio. “Algún día nos comeremos un pollito así”, dijimos.
Años después de terminar la universidad, coincidí nuevamente con mis amigos en una fiesta de graduación en la ex Hacienda de Santa María Regla. Tenía mucho tiempo que no salíamos juntos, y como soy de detalles y la mayoría del tiempo pienso mucho en los otros y en lo que les pudiera gustar o en lo que me gustaría que tuvieran de mi parte, decidí llevarle un regalo a Sabri; especialmente porque había pasado ya su cumpleaños. Así que me di a la tarea de buscar la historia de Macario, en un libro impreso.
Se me hizo una buena idea regalarle el libro de “Macario”, del autor B. Traven, para recordar aquellos días juntas en la universidad, pero sobre todo, para recordar aquellos sentimientos que de vez en vez, solemos compartir juntas. Su amistad en muy valiosa para mí.
Aún recuerdo sus ojitos brillosos al otro extremo de la mesa donde estábamos sentados, fue la emoción al ver su regalo, jamás lo vio venir. Y cada que vuelvo a ver la película o algo relacionado con la misma, recuerdo en lo más fructuoso de mi corazón que estaré ligada a los buenos momentos, al buen cine y por supuesto a las buenas amistades.
Q.E.P.D. nuestro primer actor mexicano Ignacio López Tarso. “Macario”, película mexicana 1960.