Me había saltado un poco el hablar del clima extremo, pero con la tercera ola de calor que comenzó el pasado lunes 20 de mayo, en México es imposible no mencionarlo.

Entre el trabajo, la escuela y las actividades extras que puedan surgir, nos pasamos los días desplazándonos de un lado a otro, bajo el caluroso ambiente y los rayos del sol.

Así que, para evitar una insolación, deshidratación o cualquier malestar en la piel y dolores de cabeza, los consejos básicos por parte del gobierno de nuestro país, son el vestir ropa holgada y de colores claros, beber regularmente agua, comer suficientes alimentos frescos, frutas y verduras, evitar salir a las horas de más calor, utilizar protector solar, gafas de sol y gorras, así como procurar a los niños, adultos mayores y las mascotas.

Bueno, pero independientemente de todas las recomendaciones que nos puedan dar, una de las cosas más satisfactorias y en lo único que pensamos durante el día, es el regresar a casa para retirarnos los zapatos y cambiarnos de ropa, ¿a poco no?

No hay mejor lugar para sentirnos cómodos y frescos que estar en casa, aunque en la cultura mexicana existen casos donde el interior del hogar es más caliente que el exterior, pero sobre eso, de momento, no tengo comentario alguno.

Regresando a las actividades diarias, si son de los que trabajan aún desde casa, pienso que se mantienen frescos todo el día (que envidia) y que incluso se la pasan en ropa cómoda o sin ella, disfrutando del aire acondicionado o pegados al ventilador.

En mi caso, cuando escribo, dibujo o tengo que trabajar desde la computadora, lo hago desde el escritorio que está colocado estratégicamente junto a la ventana de mi recámara, para disfrutar de la luz natural durante el día y de refrescarme del viento que corre al caer la noche.

Con esto, pienso que los trabajos remotos son una de las cosas más placenteras que ha dejado la pandemia del Covid-19, porque nos ha dado la oportunidad de trabajar cómodamente desde casa o cualquier otro sitio fuera de la oficina.

Relativo a ello, hubo una temporada donde únicamente salía de casa para hacer las compras, porque todas mis clases eran en línea y mi trabajo estaba en pausa por remodelación. Recuerdo que hacía mucho calor, estábamos a 40 grados Celsius o más, de manera que evitaba salir.

En ese entonces vivía en un estudio de 9 m2 en el distrito 15, un lugar pequeño pero acogedor. No era como tal una “chambre de bonne” pero sí se encontraba en el cuarto o quinto piso del edificio. En realidad, el inmueble, como la mayoría en París, era muy antiguo, las puertas, escaleras y el piso mismo eran de madera, lo que provocaba tener los cuartos muy calientes.

Entonces procuraba mantener la ventana siempre abierta para refrescarlo. El baño era compartido con los dos estudios que se encontraban a mi lado, pero la ducha era personal y cada quien tenía la suya dentro, y aunque era pequeña, en tiempos de calor se volvió mi lugar favorito. El espacio también tenía un fregadero, la estufa, el minibar y una mesa que me servía tanto de escritorio como comedor, un par de sillas y por supuesto, la cama que se encontraba un poco más arriba tipo litera.

Fue en ese entonces cuando Liana y Juana, me invitaron a participar en el “Marché Latino” en la Cité Fertile de París, que si no les he platicado de eso, no se preocupen que lo haré en una próxima ocasión. Pero, fue justo es esa época cuando al no tener obligación por salir y con un calor extremo, me la pasaba frente a la ventana sentada, bordando mis piezas artesanales, escuchando la radio parisina para mejorar mi francés y tomando sodas y café.

Esa imagen y esa época, la relaciono mucho con la obra del pintor francés Henri Matisse, titulada “Le peintre dans son atelier” o “el pintor en su estudio”, en su traducción al español. En esa pintura particularmente el autor se representa a sí mismo de espaldas, junto a una ventana que da hacia un muelle. Frente a él un lienzo y su modelo favorita, pero esta obra desarrolla un significado muy interesante, porque generalmente las modelos son las que posan sin ropa, y aquí quien parece como sujeto desnudo, no es la modelo sino el pintor. Curiosa coincidencia.

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