Se cumplen los primeros días del Gobierno de Julio Menchaca, discurso y al margen de los cambios, designaciones, hay algo que debemos analizar y es la narrativa pública que se está construyendo bajo la idea que estamos ante el inicio de un nuevo régimen, marcado por el castigo a la corrupción y a la impunidad, los abusos y el rechazo al pasado.
El discurso del Gobernador, en todo momento, tiene dos bases: es simple y es directo. Es decir, usa un lenguaje que la mayoría entiende y asimila y no abusa del micrófono con discursos demagógicos.
Se ha referido a la necesidad de unidad y ha reiterado que el cambio en Hidalgo, no es el proyecto de un solo hombre, sino que requiere de todas y todos para construir un cambio profundo de largo aliento, por lo que a diferencia del Presidente de México, no polariza, sino que llama a la unidad y al reconocimiento de los grupos vulnerables.
Ha llamado de manera reiterada a poner orden, a quitarle a la administración pública la frivolidad, la opulencia y el derroche y devolverle a la política, su dignidad y a los políticos su vocación y servir con honestidad y eficiencia, crear oportunidades y fomentar la participación ciudadana.
Y también ha dejado en claro la buena coordinación con Gobierno Federal y la posibilidad de complementar programas federales, con proyectos viables para el estado.
Más allá de la narrativa y el uso de símbolos, tenemos un gobernador que en sus discursos reitera la importancia del combate a la corrupción, como una condición necesaria para avanzar hacia la conformación de un gobierno austero, transparente y cercano a la gente.
Desde esta perspectiva, el Gobernador tiene un reto mayor: convertir esta narrativa en una agenda efectiva de gobierno que transforme y que en el corto y mediano plazo, resuelva problemas públicos, tan añejos como el régimen que pretende transformar