La Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), se ha diferenciado por tener algunas características muy peculiares en sus procesos administrativos como en sus prácticas cotidianas. Una de ellas, ocurrió hace unos días con la elección de su Rector.
Derivado a que sólo se presentó una planilla, el doctor Octavio Castillo Acosta fue embestido como máxima autoridad de la universidad más grande del estado. Y una vez solventado el trámite administrativo, inicio el ritual político.
Es decir, se realizó una amplia convocatoria a la comunidad universitaria para que se congregaran en la plaza Juárez de la capital del estado. Su objetivo, dar una cálida bienvenida al Rector como figura clave en la vida pública.
Sin embargo, las formas y prácticas de la propia universidad confunden incluso a los más versados. La UAEH debería realizar aquellas actividades en un recinto académico. La ceremonia tendría que ser atestiguada por los miembros del Consejo Universitario.
Pero lejos de aquel ceremonial propio de una institución educativa. Lo que hace la UAEH es salir a las calles en un evento que se parece mucho al inicio de una campaña política. Miles de estudiantes con pancartas de apoyo y varios camiones en las inmediaciones de la plaza pública, que abonaron a la movilización de aquellos que deberían de estar en las aulas.
No solo eso, aquella práctica concluye con la salutación del nuevo Rector al titular del Poder Ejecutivo Local. Es decir, una autoridad universitaria acude a las oficinas del gobernador para hacer de su conocimiento su nueva responsabilidad.
Este último acto parece inadecuado, porque lo político y lo académico deberían de correr por su propio riel. Pero acá, en provincia, la UAEH además de ser una casa de estudios también se presenta como actor político.
Es bien sabido que desde sus aulas, los alumnos y algunos administrativos han tenido un papel relevante en la conformación política de la entidad. Lo hicieron primero de la mano del PRI y después han tenido incursiones con distintos sellos partidistas.
En su reciente entendido político, vestidos de guinda, los universitarios han buscado incidir en todos sus procesos internos, desde la designación de sus candidatos hasta en la conformación de su dirigencia estatal.
En aquella intentona han tenido suerte porque es innegable la capacidad de movilización y disciplina de los universitarios. De tal suerte que en sus filas hay funcionarios partidistas, consejeros electorales, diputados locales y federales, que se asumen como grupo universidad antes que personas elegidas por un partido político.
Aquel papel protagónico es parte de una historia que entrelaza el crecimiento de la UAEH con la consolidación de un grupo político al interior, que ha afianzado su presencia al amparo del poder. Así les ha funcionado a los intereses que quieren que lo académico pase a segundo término y que lo político, sea prioritario en la vida universitaria.