Por Arturo Hernández Cordero
El pasado domingo 4 de junio se llevaron a cabo las elecciones estatales en Coahuila y el Estado de México. Dos entidades cuya conservación era imperativa para el PRI, porque, además de ser tradicionalmente los dos bastiones priístas más acérrimos, el partido tricolor se encuentra en la situación más compleja de su historia.
Pese a lo previsto por los medios afines a la oposición (que sobreestimaban las posibilidades de Alejandra del Moral de imponerse en el proceso), objetivamente la elección en el Estado de México estaba definida a favor de la hoy Gobernadora electa, Delfina Gómez desde hacía meses, y aunque la oposición logró imponerse en Coahuila, los resultados del proceso electoral se traducen en MORENA haciéndose con el poder en el Estado más poblado del país y en Alejandro Moreno perdiendo su doceava entidad como dirigente priísta.
Los dirigentes de la oposición Marko Cortés (PAN), Jesús Zambrano (PRD) y Alejandro Moreno (PRI), se reunieron terminado el proceso para hacer una valoración de lo acontecido el domingo, y lejos de asumir la derrota en el Edomex como la consecuencia de sus errores y pobre ejercicio de oposición, los dirigentes profirieron discursos triunfalistas y afirmaron que la derrota era responsabilidad del Gobernador saliente Alfredo del Mazo, y que en números totales habían empatado a MORENA.
La autocrítica necesaria para enderezar el camino rumbo al 2024 no ha llegado para los dirigentes de la oposición; en cambio, continúan culpando al electorado y a los gobernadores salientes de sus fracasos, siguen disociados de la realidad política del país creyendo que los ciudadanos no tienen injerencia importante para designar a los gobernantes, excluyen a la ciudadanía de la ecuación con la que pretenden disputarle el poder a MORENA.
Después de cinco años, los líderes opositores no han entendido que el voto en contra de López Obrador no les alcanza, y cada vez se percibe más lejana la posibilidad de que logren ofrecerle a los ciudadanos un proyecto de nación atractivo que les otorgue la legitimidad popular de la que, hasta ahora creen que pueden prescindir.