Las imágenes que vimos ayer en México dan cuenta de un estado de sitio; vehículos incendiados, movilización de las fuerzas armadas, balaceras, suspensión de vuelos, en fin. Todo lo anterior, provocado por la detención de Ovidio Guzmán hijo del Chapo Guzmán conocido traficante de drogas.
El seguimiento de dicho evento en los medios de comunicación, fue ininterrumpido desde las primeras horas del 05 de enero hasta en el ingreso del presunto narcotraficante, al penal de máxima seguridad del altiplano en estado de México.
Y en todas esas horas las opiniones sobre el operativo fueron variadas. Quizá la más reiterada fue la curiosa casualidad entre la detención del capo y la visita del presidente de Estados Unidos, Joe Biden a México el próximo lunes en el marco de la Cumbre de Líderes de América del Norte.
La otra reacción estuvo marcada por el recuerdo de la primera vez que se capturó a Guzmán López y se liberó horas después por motivos de seguridad, según informaron las autoridades en 2019. Porque en aquel entonces, las condiciones fueron muy complicadas en las calles de Culiacán, Sinaloa.
En aquel año, los grupos armados afines a Guzmán, colapsaron a la ciudad incendiando vehículos, amedrentando a la población, confrontándose a las fuerzas armadas en lugares con alta densidad de población civil.
Esos motivos, según se dijo entonces, fueron los que se consideraron para soltar al capo a cambio de pacificar la ciudad. Este año, aquellos grupos trataron de replicar la estrategia pero sin los resultados esperados.
Ahora todo ocurrió más rápido en cuanto al traslado del presunto traficante a la CDMX y unas horas después al penal de Almoloya, lugar donde su padre escapó siendo que aquel sitio se considera la cárcel más segura del país.
Lo que vendrá en adelante son unas bocanadas de aire fresco para el presidente y su estrategia de combate al narcotráfico. Seguramente la extradición a Estados Unidos del hijo del Chapo Guzmán, será un evento muy mediático cargado de buenas dosis de legitimidad en territorio nacional y lucimiento en el extranjero.
Pero mientras eso ocurre, las imágenes que vemos no dejan de sorprendernos. Incluso la suspensión de vuelos, clases, actividades laborales y la tranquilidad secuestrada por los habitantes de Sinaloa nos hace pensar que lejos de terminar con los sobresaltos.
Seguramente vendrán más eventos violentos para tratar de desestabilizar aquella entidad, con la única intención de incendiar el ambiente social y de esta manera, reproducir el pánico y la zozobra. Aquellos, elementos que son propicios al crimen organizado.
Al final del día, el norte del país parece que no puede vivir en paz. Hace unos días, en el Centro Estatal de Reinserción Social (Cereso) número tres en Ciudad Juárez, Chihuahua, un comando armado irrumpió las instalaciones, para comenzar con un motín en el que se fugaron más de 20 reos.
Producto de lo anterior, se confirmó por las autoridades el deceso de 17 personas, de las cuales 10 eran oficiales de seguridad y siete reos.
Ante este escenario era necesaria una nota de la envergadura citada. La captura de unos de los criminales más buscados por Estados Unidos y que finalmente el día de hoy podría estar en camino a seguir los pasos de su padre, cumplir una larga condena en una prisión fuera de México.