Alrededor de estos años vividos, nunca me he topado con una persona que diga “no me gustan las palomitas” y qué bueno, porque si lo vemos desde una perspectiva tradicionalista, las palomitas de maíz son una botana 100% mexicana y natural, que nadie puede resistir.
En México existen 64 tipos de maíz, de los cuales el palomero es mi favorito. Esta variedad consiste en granos con características especiales, que al ponerse en contacto con el calor se convierten en palomitas.
Su ingesta es principalmente como botana o aperitivo, lo que significa que se utiliza para satisfacer algún antojo o el hambre temporal; con ello podríamos destacar a los cines, bares y circos, además de los eventos sociales y deportivos, como los lugares donde más son consumidas.
De acuerdo con datos históricos, en nuestro país las palomitas de maíz se popularizaron con la llegada de los españoles. Sin embargo, desde la época prehispánica, ya se usaban con fines ceremoniales, para el adorno de los altares o como accesorios que vestían las mujeres.
El nombre de “palomitas de maíz” se adopta gracias a la palabra en náhuatl “momochitl” que utilizaban los antiguos mexicanos y que se vincula con la propiedad de estallar, como flores blancas, similares al granizo por lo cual estaban dedicadas a “Opochtli”, uno de los “tlaloques” o ayudantes del dios de la lluvia “Tlaloc”.
Ahora bien. En la actualidad solo el 10% de las palomitas de maíz que consumimos, tienen su origen de semilla mexicana; las más populares son “chapalote”, “nal-tel”, “toluqueño”, “Chihuahua”, “Jalisco” y “arrocillo”, que son siembras del norte del país, principalmente del estado de Tamaulipas, gracias a las condiciones del clima y su procedimiento de secado.
Pero más allá de su historia y su significado cultural, lo más sobresaliente de las palomitas de maíz es su sabor y la forma tradicional de prepararlas. Como lo he mencionado ya, su magia se basa en la transformación que se genera del maíz palomero al ponerse en contacto con el calor, el cual produce una pequeña explosión o estallido, para adoptar esa apariencia blanca, la cual conocemos como palomita.
Recuerdo que cuando era pequeña, mi madre nos preparaba palomitas y no había nada más entretenido, que esperar frente a la estufa o cerca de la cocina, para escuchar el sonido que se producía dentro de la cacerola al momento de estallar.
Con esto puedo asegurar que las palomitas de maíz son una de mis botanas favoritas, tanto así que para mi proyecto final de la universidad, el que estudié en París, lo enfoqué en la manera tradicional mexicana de elaborarlas.
Para esto, es importante señalar que el proyecto estaba orientado en el uso de programas audiovisuales para el desenvolvimiento profesional y cultural, en pocas palabras, la edición de videos y audios para la promoción de nuestros trabajos en el estudio de las Civilizaciones Iberoamericanas.
Mi proyecto estaba basado en el fomento de la gastronomía mexicana, que al estar dentro del país galo, lo único que producía eran antojos entre los compañeros de clase durante las asesorías. En ese momento, era una de las dos únicas mexicanas que estudiábamos la licenciatura, por lo que producir un video donde los principales efectos sonoros, eran los sonidos de la cacerola, la estufa y el movimiento de las semillas, fue una espléndida idea y una delicia según los franceses presentes.
Y hasta la fecha, a cada lugar donde voy, me gusta preparar las palomitas de maíz de forma tradicional; y si me encuentro en tierras extranjeras, aprovecho un poco para decir orgullosamente que también son mexicanas.

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