En muy normal que cuando se encuentra culminada la construcción de nuestra casa o si adquirimos alguna nueva, festejemos ese logro. Comúnmente para festejarlo, lo hacemos invitando a la familia, organizando alguna comida o “carnita asada” y, si somos creyentes, lo acompañamos de una bendición religiosa.
En general, todas las culturas comparten esta tradición, solo que cada una tiene sus propias formas de celebrarlo. En Francia, por ejemplo, lo festejan de una manera muy similar a la nuestra. Se organiza una comida o cena, que casi siempre se convierte en fiesta, para celebrar el nuevo hogar. Evidentemente, como en todo lo francés, el vino y los quesos no pueden faltar.
Debido a los altos costos de las propiedades y considerando que en muchos lugares, aún se conservan edificaciones del siglo XVIII y anteriores, es más común festejar una mudanza que una compra de inmueble.
“Pendaison de crémaillère” es la expresión que usan los franceses para designar esa comida y esa celebración de mudanza. Realmente es una frase compuesta de traducción interpretativa, es decir, que su traducción no es literalmente palabra por palabra. De hecho, en español la palabra “crémaillère” es un engrane y “pendaison” es como un péndulo. Su traducción sería como engrane que cuelga o se balancea, pero eso no tiene nada que ver con la palabra “celebración”, aunque sí con la “mudanza”; les explico…
Como los edificios haussmanianos son de escaleras muy angostas, la mayoría de las mudanzas en la ciudad, hablando específicamente de París, se hacen a través de estos péndulos y/o poleas de los carros de mudanza, por los grandes ventanales. Esa es la única relación que encuentro para la utilización de esta frase.
Antiguamente, en una “pendaison de crémaillère” o “fiesta de inauguración” en la interpretación al español, los invitados recibían regalos del anfitrión, por haber participado en la mudanza, pero hoy en día es el invitado, los amigos y familiares quienes ofrecen regalos al anfitrión, principalmente para decorar la casa.
Estando en la ciudad de la luz, yo me mudé en tres ocasiones: la primera fue hacia las afueras de París por el inicio de la pandemia del covid-19. La segunda vez, fue tres meses después, cuando el presidente Emmanuel Macron, anunció por primera vez el final del confinamiento y emocionada me mudé hacia un departamento que renté únicamente por los meses del verano.
La tercera y última vez que hice mudanza, fue hacia una pequeña pero peculiar “chambre de bonne” en el “15 éme arrondissement”. Una “chambre de bonne” es una habitación en el último piso de los edificios parisinos. En ese momento, mis compañeros de trabajo la compartían, y como uno regresaba a México y la otra se mudaría a “Bordeaux”, quedaría disponible.
Yo la tomé porque me quedaba perfecta, con buena ubicación no muy lejos del trabajo y no muy lejos del centro de París, a buen precio y de unos buenos caseros. Además, seguiría con el acceso fácil para desplazarme por toda la ciudad en bicicleta, que tanto disfrutaba.
Fue hasta ese último sitio donde conocí la frase de “pendaison de crémaillère” y naturalmente no perdí la oportunidad. Por esa razón, junto con mi amiga Gaby, una noche festejamos la inauguración de mi nuevo hogar, mi independencia y nuestra vida parisina.
Recuerdo que decoré la habitación con luces y junto a la ventana nos quedaba el maravilloso paisaje de la ciudad capital. La celebración estuvo llena de vino, cervezas, hummus y charcutería francesa; también de música brasileña, porque mi amiga estaba practicando su portugués. Y tal vez lo hicimos a nuestro estilo, ni tan mexicano ni tan francés, pero lo importante en ese momento fue celebrarlo y disfrutarlo.