Fueron las palabras de Poncio Pilato antes de condenar a Jesús. La pregunta que debemos de hacer es ¿por qué condenó a un hombre que sabía era inocente? La respuesta es fácil: la presión de un tumulto y el miedo a las represalias, aunado a la poca ética de un juez, de sobreponer la justicia sobre cualquier cosa.
No obstante, una sentencia injusta es una deuda que se tiene con la justicia y la historia nos lo ha recordado. Aquella sentencia en contra de Jesucristo, le costó a la humanidad no solo la persecución de los judíos sino las cruzadas.
Nuestra realidad no dista de sentencias, en las que no hallamos culpa en persona alguna, pero que la presión social obliga a condenar o incluso a absolver. Pero esa condena no es culpa más que de una juzgadora, que no tiene la entereza y la ética de sobreponer sus valores y su obligación con la justicia sobre cualquier otra cuestión.
Porque el mayor deber de una persona juzgadora, es con la justicia no con un grupo de la sociedad ni con un tumulto y ello parece que es algo, que no se nos puede olvidar en estas futuras elecciones de jueces.
Si bien serán escogidos los órganos jurisdiccionales a través del voto popular, debemos de preguntar si tendrán la entereza de enfrentarse a la propia sociedad, cuando sea necesario y salvaguardar la justicia y la ley, aun y por encima de lo que quiera la mayoría.
Esperamos que sean pocas ocasiones, pero cuando la sociedad demande algo que sea injusto o que no sea legal, es deseable que las personas juzgadoras tengan la entereza de afrontar con ética y valor, la decisión y preferir el derecho y la justicia antes que la popularidad.
De lo contrario, tendríamos tantos Pilatos como jueces temerosos de hacer lo correcto, que nos lleven a sentencias injustas.
Lic. Juan Fernando González Espinosa
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