Lo que está ocurriendo en Campeche, no es nada menor. El simple hecho de tener un gran número de policías en huelga con la comandancia tomada y por si fuera poco, a una gobernadora que desde la impunidad de su encargo se haya atrevido a decir, que al dialogo acudieran las madres de las integrantes de seguridad, parece no solo una falta de legalidad, sino una falta de sensibilidad tanto política y humana y una demostración de misoginia.
Parece que lo que hoy se ve desde Campeche, es un reflejo de aquello que ocurre en gran parte de nuestro país: policías que son violentadas y violentados desde sus propios superiores jerárquicos, que son tratados sin un respeto a sus derechos humanos.
¿Qué podemos esperar los ciudadanos si quienes deben defender nuestros derechos, les son violados los suyos?
El hecho de que por orden de sus superiores jerárquicos, las policías tuvieran que ir a mitigar una rebelión en una prisión sin tener ni una estrategia ni un apoyo, ni siquiera el equipo suficiente, es solo la punta de la problemática que representa la serie de violaciones a los derechos tanto laborales como humanos, que se viven las instituciones policiacas y que hoy se manifiestan a la luz del día.
La consecuencia fue que dichas policías fueran abusadas e incluso señalan actos de violación, mientras que quienes debieran de protegerlas son sus superiores jerárquicos, que hasta el momento no se han enfrentado a la justicia.
Si nuestro país pretende transitar a un Estado Constitucional de Derecho, debemos empezar a visualizar por esta problemática como una más de entre aquellas, que existen en nuestra nación y que debe de resolverse con apego a la ley, responsabilizando a quienes fueron responsables y debieron de haber protegido los derechos de quienes nos deben defender a todos a quienes debieron de haber protegido a las y los policías.
juanfer_lm@jfg