Hace un par de semanas, caminando por las calles de Tulancingo me topé con una particular “bollería francesa”. No tenía idea de su existencia, a pesar de estar muy cerca de mi trabajo y sin dudarlo ni un segundo, me adentré a la tienda para observar de cerca los ejemplares que se ofertaban.
Las bollerías se caracterizan por elaborar productos ordinarios o rellenos, a partir de una masa de harina al horno, comúnmente de hojaldre, siendo el “bollo” la pieza esponjosa de pan más representativa y de la cual se deriva el nombre.
Si hablamos de bollería francesa, el “croissant” es la pieza más distintiva, que además en el tiempo actual, es un símbolo de la cultura parisina. Así que estando en la tienda, disfrutando de aquel aroma tan particular y comprando un par de piezas, porque estando ya dentro, no podía desaprovechar el antojo, solo repetía en mi cabeza: “Paris. Oh, la lá!” (léase con acento francés).
Entonces me surgió esta duda, ¿por qué la capital francesa se llama París?
París no siempre se llamó así. Antiguamente, los lugares no solían tener nombre, al menos que fueran conquistados. Entonces a esta región la comenzaron a nombrar como “la Ciudad de los Parisii”, porque en el siglo III A.C., había un grupo celta asentado en el norte del río Sena llamado “Los Parisii”.
El nombre “parisii” procede del sufijo celta “peri”, que significa ordenar. Ae ahí que relacionemos a los parisinos con una personalidad muy fría, particular de ordenadores y dirigentes.
Pero, continuando con la historia, cuando llegaron los romanos comandados por Julio César y conquistaron Galia, que actualmente serían los países de Francia, Bélgica, el oeste de Suiza y zonas de los Países Bajos y el oeste de Alemania, la ciudad fue llamada “Lutecia”.
Esta se traduce como “ciudad de los pantanos”, debido a la naturaleza pantanosa de París en aquella época, según los testimonios del mismo Julio César, que narra la existencia de la ciudad en un lugar especialmente húmedo.
La caída del Imperio Romano en el siglo V, marcó el inicio del reino franco y “Lutecia” perdió definitivamente su nombre como consecuencia del declive del poder romano. Con ello, la ciudad pasó a denominarse nuevamente a la etnia de sus habitantes: “los Parisii”.
El primer uso registrado del nombre de París se remonta a finales del siglo V, cuando el rey Clovis la convirtió en la sede de su reino. El nombre es una deformación del latín “apud Parisios”, que literalmente significa “patria de los Parisios”, además de retomar a “los Parisii”.
Posteriormente, después de sucesivas deformaciones, el nombre de la ciudad se convirtió finalmente en París, en el siglo IX. Este nombre pronto dio lugar a una declinación adjetival, es decir, del latín “parisiensis”, del cual surgieron todas las distorsiones del nombre que llevaron con el tiempo a que se denominara a sus habitantes “parisienses” o “parisinos”.
También esto se utilizó posteriormente para designar algunas regiones actuales, tales como Villeparisis, Fontenay-en-Parisis y Cormeilles-en-Parisis, ciudad de donde es mi amado Alexandre, pero de eso les platicaré en otra ocasión.
Y bueno, es tan interesante como de la curiosidad de visitar un lugar surgió la duda del origen de una región y la investigación detrás de esto se vuelve tan interesante y deliciosa como comer cualquier pieza de pan.