Dicen que el camino hacia el infierno está pavimentado de buenas intenciones, y en eso puede terminar la reelección legislativa si no la empezamos a tomar muy en serio.
Recordemos que esta figura se aprobó en 2014 para comprometer a los legisladores a convertirse en unos auténticos “representantes populares” y que en el proceso electoral de este año, se pondrá por primera vez en práctica la reelección inmediata de las diputaciones federales… la mala noticia es que conseguirla no será nada sencillo.
Muchos estudios revelan que la mayoría de la ciudadanía, no conoce a las y los diputados que “los representan” y eso no es por ignorancia, sino porque después de las elecciones, la mayoría tiene la costumbre de “desaparecer” de sus distritos y ya no los vemos ni en tianguis y ni mercados ni explicando el sentido de sus votos o presentando sus iniciativas. Así la mayoría tendrán que hacer campaña desde cero, porque nadie recuerda ni su nombre.
Por otro lado, serán las dirigencias partidistas nacionales las que determinen quién va por la reelección y quién no, lo que los separa más de la ciudadanía.
A pesar de los “obstáculos”, una de las ventajas con las que contarán quienes vayan por la reelección es que no tendrán que separarse de su curul mientras participan en la campaña, tal como lo establecen los lineamientos que ellos mismos aprobaron el año pasado.
De tal manera que podrán disponer de asesores, oficinas de gestión, dinero… lo que algunos expertos señalan como “inequidad en la contienda”, que no es otra cosa, que las ventajas que puede tener una candidatura sobre otra.
Así que si queremos evitar, como ciudadanos, que la reelección sea una buena intención más, podemos empezar por investigar: ¿cómo se llama nuestro diputada o diputado local y federal? ¿qué propuestas o iniciativas han presentado? ¿cual es su experiencia política y profesional?, ¿qué noticias se han publicado sobre su trabajo legislativo? Es información pública y estamos a tiempo