Gobernar y dar buenos resultados es una tarea compleja, que requiere respaldo social, pero también experiencia y capacidad para dirigir un aparato gubernamental.
Lo han aprendido a la buena o a la mala las y los alcaldes de Hidalgo quienes presentaron estas semanas sus Informes sobre el estado que guardan los ayuntamientos tras diez meses de gobierno. Idealmente, tendrían que servir para conocer el balance de los avances, los logros, los obstáculos y los problemas que sucedieron desde diciembre que tomaron posesión.
Lo cierto es que no han logrado tener relevancia política porque siguen repitiendo viejas formulas de ceremonias de trámite, protocolos descafeinados y forma sin fondo.
Han decepcionado a la ciudadanía porque están muy lejos de ser ejercicios de rendición de cuentas.
En muchos casos, las y los alcaldes se han limitado a quejarse o dar pretextos y excusas por la mediocridad de sus resultados mientras que los posicionamientos de las y los regidores se han limitado a plantear, en unos casos, discursos partidistas oficiosos, llenos de halagos y comentarios desmesurados, o bien, formular críticas y reclamos por incumplimientos.
Ojalá se pudiera valorar que si el presidente Municipal hace su Informe de manera pública también lo hicieran Síndicos y Regidores; los primeros, informando de los temas Hacendario y Jurídico, y los segundos, los asuntos de las diferentes Comisiones. O por lo menos conocer el análisis que deberán realizar los informes recibidos para aprobarlo o rechazarlo en la próxima sesión de Cabildo.,
Se esperaba que las nuevas autoridades locales llegaran con vocación de transformación, pero comprobamos una vez más que los Ayuntamientos son botín político y disputa partidista, mientras permanecen ajenos a la representación ciudadana