Por Arturo Hernández Cordero
El pasado fin de semana se llevó acabo la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil, en las cuales, el expresidente Luiz Inácio “Lula” Da Silva, se impuso ante Jair Bolsonaro y volverá a ostentar la presidencia de Brasil después de 12 años (anteriormente había sido mandatario entre los años 2003-2010).
Las elecciones fueron por demás cerradas, puesto que Da Silva logró la victoria con el 50.9% de los votos escrutados frente al 49.1% obtenido por el aún presidente Jair Bolsonaro. Pese a lo que se auguraba, Bolsonaro instó a sus partidarios a mantener el orden y dijo apegarse a lo estipulado en la constitución brasileña.
El triunfo de Lula Da Silva supone un acontecimiento de enorme relevancia en América Latina, pues se trata del país mas poblado de la región y mayor potencia económica de la misma, sumándose a la tendencia izquierdista que ha prevalecido la última década.
La presidencia de Bolsonaro estuvo marcada por su manejo errático de la pandemia, así como los recurrentes señalamientos por parte de organismos internacionales y figuras políticas, sobre su falta de compromiso ecológico y su tendencia a la incorrección política; no obstante, logró mantener la estabilidad económica de su país e implementó una estrategia de seguridad pública efectiva que propició la menor tasa de homicidios que ha tenido Brasil en casi 20 años.
La ínfima ventaja electoral que obtuvo Lula sobre Bolsonaro, estuvo condicionada por la añoranza de muchos brasileños del auge económico que experimentó Brasil entre 2003 y 2010, obviando que fue el despegue económico de China, con Brasil como principal proveedor de materias primas, lo que generó dicho milagro económico.
De lo que es responsable Da Silva es de los casos de corrupción en empresas estatales brasileñas, que se harían evidentes en los mandatos posteriores y que lo llevarían a prisión entre 2018 y 2019.
Aunado a lo anterior, las condiciones geopolíticas han cambiado mucho en la última década, lo que le harán imposible emular el éxito económico alcanzado en su primer mandato, por lo que su enfoque debería ir dirigido en sortear los actuales retos económicos de Brasil y mantener la violencia a la baja