Por Arturo Hernández Cordero

En la madrugada del pasado 25 de octubre, lo que parecía ser una tormenta tropical común en el Pacífico mexicano, se transformó sorpresivamente en el ciclón tropical más intenso que ha azotado territorio nacional en la historia reciente.
El huracán Otis causó enormes estragos materiales en el puerto de Acapulco y decenas de vidas humanas perdidas, aunado a qué, reveló nuevas carencias de la 4T en todos los niveles de gobierno: su incapacidad para prever contingencias medioambientales y hacer frente a los estragos que de ellas devengan.
Si bien, la intensificación de Otis fue repentina y abrupta, preocupa la nula importancia que el oficialismo ha otorgado a la posibilidad latente de que por su ubicación geográfica, puedan ocurrir desastres naturales de tal magnitud en el país, como efectivamente han ocurrido con relativa frecuencia.
En anteriores gobiernos, la respuesta inmediata del Estado para hacer frente a las eventualidades climáticas, se percibía mucho más ágil y consistente; con Otis se ha notado una falta total de previsión y eficiencia, empezando por los nulos esfuerzos por evacuar a la población horas antes de que el huracán tocara tierra.
Aunado a ello, la atención hacia los damnificados, la reactivación (por lo menos parcial) de los servicios básicos y el recuento de los daños ocasionados por Otis han sido paupérrimos por parte de los tres niveles de gobierno (todos morenistas).
En cuanto a Acapulco, otrora referente internacional como destino turístico de México y hoy arrasado por Otis, su vuelta a la normalidad y el restablecimiento total de sus actividades económicas, requerirá de una labor titánica no solo del Estado, sino por parte de la iniciativa privada en el sector turístico, que es el motor económico de Acapulco y que desde hace varios años ha venido en decrecimiento por diversos factores (entre ellos la inseguridad), afectando a una ciudadanía que, ahora también sufre las consecuencias de un desastre natural y la negligencia del Estado. Se necesitará más que un plan de rescate casi perfecto para devolverle al Puerto de Acapulco su brillo de antaño.

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