Por Arturo Hernández Cordero
A inicios del sexenio, el Gobierno Federal implementaba la creación de la Guardia Nacional como una fuerza civil que remplazaría a la Policía Federal; dicha fuerza serviría para combatir el crimen organizado y propiciar la “seguridad en el país”, al margen de las fuerzas armadas de carácter militar que posee el país (Ejército y Marina).
Sin embargo, la semana pasada el Presidente López Obrador presentó al Congreso una iniciativa de reforma, que busca que la Guardia Nacional pase a ser responsabilidad de la Secretaría de la Defensa Nacional. Es decir, el Gobierno Federal pretende otorgarle un carácter militar a la principal institución civil en materia de seguridad, que se traduce en la militarización de la seguridad pública, por la que durante 12 años la izquierda (ahora en el poder) señaló a las administraciones del PRI y el PAN.
En palabras de AMLO, la intención de integrar a la Guardia Nacional a la SEDENA, corresponde a la necesidad de propiciar disciplina y profesionalización para la institución, así como también evitar que los elementos que la integran, incurran en actos de corrupción (aún teniendo en cuenta las polémicas en las que se ha visto envuelta la SEDENA, a causa de esto último en tiempos recientes). Pero esta política, es una tendencia de los regímenes de izquierda el recurrir a la militarización para aumentar los poderes coercitivos del Estado.
De momento, en la Cámara de Diputados la iniciativa ha supuesto la suspensión temporal de la alianza “Va por México”, debido a que la posición incierta del PRI respecto a la reforma no ha gustado a sus aliados; a la vez que en el Senado, la postura del morenista Ricardo Monreal, quien dijo que la iniciativa debía analizarse de forma más minuciosa, ha provocado críticas por parte de los simpatizantes de la 4T, quienes lo acusan de desleal a la 4T.
Con la militarización de la seguridad pública en puerta y el revuelo político que esta ha generado, la tendencia autócrata y de polarización del Gobierno Federal, ha quedado una vez más en evidencia, pero también lo endeble de la alanza “Va por México” y las diferencias internas en la cúpula de Morena, lo que hace más impredecible el panorama político de cara al 2024